Jamil Hilal

 ¿Hacia dónde va Palestina?
 

SEMBRANDO VIENTOS PARA LA PRÓXIMA TEMPESTAD
 

Los recientes acontecimientos que se han producido en la región de Oriente Próximo, especialmente desde principios de 2006, indican que la zona está destinada a sufrir más convulsiones, más polarización política, más conflictos y probablemente más guerras que podrían afectar de lleno a Siria, Irán, Líbano y Palestina. El conflicto palestino-israelí sigue vivo y alimenta otros conflictos y convulsiones. Antes de tocar a su fin, el primer decenio del siglo xxi promete más guerras y explosiones políticas, que harán que las potencias mundiales presentes en la región (especialmente Estados Unidos) incrementen sus intervenciones y amplíen su injerencia en la región, algo que se ha acelerado desde el 11 de septiembre de 2001 bajo el estandarte de promover la democracia liberal, el desarrollo y el buen gobierno para combatir el «terrorismo». Esta cruzada ha demostrado ser como mínimo ingenua, ya que ha simplificado en exceso los problemas multidimensionales que afrontan la mayoría de los países de esta región y ha pasado por alto las dificultades más apremiantes a las que se enfrentan. De otro modo, ¿cómo podría explicarse el hecho de que todos los países que han celebrado elecciones justas y suficientemente limpias hayan experimentado una intensa polarización política, que ha agravado los conflictos internos y ha causado una parálisis política? Esto es lo que ha sucedido en Irak, en Líbano y en los territorios palestinos ocupados desde 1967, entre otros lugares.
 

El colapso de los acuerdos de Oslo en verano de 2000 ha puesto en evidencia que Israel no está dispuesto a retirarse de todos los territorios palestinos que ocupó en 1967 ni a permitir la creación de un Estado palestino independiente y viable. Israel ha manifestado claramente que no reconoce su responsabilidad en la limpieza étnica llevada a cabo contra los palestinos en 1948, y que no está dispuesto a aplicar las resoluciones de las Naciones Unidas que reconocen el derecho al retorno y la compensación a los palestinos expulsados de sus hogares. No hay indicios de que la clase política israelí esté contemplando la idea de desmantelar el sistema de apartheid impuesto a los palestinos o evacuar los asentamientos que los israelíes construyeron por la fuerza en Cisjordania. Desde su creación en 1948, Israel se ha concentrado en «la aniquilación de un pueblo entero mediante métodos lentos y sistemáticos de sofocamiento, asesinato directo y la asfixia de la vida cotidiana», en palabras de Edward Said.
 

Desde que se firmaron los acuerdos de Oslo en 1994, no se ha interrumpido en ningún momento la expansión de los asentamientos en Cisjordania, ni el proceso de fragmentación territorial de Cisjordania y la Franja de Gaza, concebido para crear reservas o bantustanes. En el primer decenio del presente siglo hemos presenciado la construcción del muro de separación (el muro del apartheid), la construcción de más carreteras de circunvalación (solo para israelíes) que conectan asentamientos con ciudades y pueblos israelíes establecidos desde 1948. También hemos visto el estrangulamiento de la economía palestina, efectuado por medio de centenares de controles militares, así como por el control de las fronteras, los recursos naturales (tierra y agua) o de las exportaciones e importaciones, y por medio de una política de asesinatos selectivos extrajudiciales y el encarcelamiento de miles de militantes palestinos.
la destrucción de la economía y la política palestina
 

El embargo económico y las sanciones políticas impuestas a la Autoridad Palestina por Estados Unidos, Europa e Israel tras la victoria electoral de Hamas en enero de 2000 han sometido a la sociedad y la política palestina a enormes presiones socioeconómicas. Dichas sanciones fueron levantadas parcialmente en junio de 2007, después de que el dirigente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas (Abu Mazen), expulsara de su gobierno a Hamas una vez que este tomó el control de la Franja de Gaza. La toma de poder de Hamas en Gaza ha llevado a la formación de dos gobiernos rivales: uno en Gaza, encabezado por Hamas y asediado por Israel, Europa y Estados Unidos; y otro en Cisjordania, reconocido como gobierno legítimo por las potencias internacionales, pero que permanece bajo la ocupación directa de Israel, que no ha interrumpido la institucionalización de un sistema de apartheid en un territorio fragmentado y asediado.
 

Al comentar varios informes (entre ellos algunos del Banco Mundial) que indican que la sociedad palestina se encuentra al borde del colapso, una periodista israelí advertía:
 

¿Y por qué debería Israel tomar en consideración las advertencias del Banco Mundial cuando no tienen ningún poder efectivo? No es suficiente con mencionar las carreteras del apartheid en relación con la expansión de los asentamientos, o el hecho de que alrededor del 50 % del territorio de Cisjordania no sea accesible para los palestinos. [ ... ] Los países occidentales han elegido castigar al ocupado con medidas muy concretas, pero no al ocupante, al que ven como parte de su civilización ilustrada. Con ello están mandando señales a Israel de que puede proseguir con las mismas políticas cuyo impacto está siendo objeto de las advertencias de los informes. [Amira Hass. “Words instead of actions”, Ha'aretz, 18.05.2007]

Un informe del Banco Mundial publicado en mayo de 2007 expresa con claridad lo que está sucediendo en las zonas palestinas ocupadas:
En Cisjordania, la clausura del territorio se ha llevado a cabo mediante un conjunto de políticas, prácticas e impedimentos físicos que han fragmentado el territorio en cantones cada vez más pequeños y desconectados. Mientras los impedimentos físicos son la manifestación visible de la clausura de los territorios, los medios de limitar la circulación de los palestinos son realmente mucho más complejos y están basados en un sistema de prácticas administrativas y permisos policiales que coartan la libertad de los palestinos para cambiar de casa, buscar trabajo, invertir en negocios o salir de la jurisdicción de sus municipios. Estas restricciones administrativas, que tienen su origen en órdenes militares asociadas a la ocupación de Cisjordania y Gaza, se utilizan para restringir el acceso de los palestinos a grandes sectores de Cisjordania, incluidas todas las áreas dentro de los límites municipales de los asentamientos, la «zona fronteriza», el valle del Jordán, Jerusalén Oriental, carreteras restringidas y otras zonas «cerradas». Es difícil obtener estimaciones del área restringida total, pero parecen superar con creces el 50% del territorio de Cisjordania. [“Movement and Access Restrictions in the West Bank: Uncertainty and Inefficiency in the Palestinian Economy”. World Bank Technical Team, 9.05.2007.]
Un editorial de un periódico progresista israelí intenta recordar a sus lectores la situación impuesta a los palestinos que viven en Cisjordania. La descripción de la situación es realista, pero no se hace ningún llamamiento a poner fin a la ocupación militar colonial ni se pide a Israel que reconozca la injusticia histórica que infligió mediante su devastación de la sociedad palestina en 1948, y el apartheid y la política colonial que continúa imponiendo a los palestinos. El editorial afirma lo siguiente:
Es difícil para los israelíes, que pueden moverse libremente por todo su país, entender la vida de los palestinos en Cisjordania, que se hace más difícil de año en año, de un acuerdo al siguiente. Tras la decisión de retirar algunos controles de carretera de Cisjordania para permitir movimientos que no pongan en peligro la seguridad israelí, resultó que se habían instalado controles adicionales por sorpresa. Solo en el último mes [abril de 2007] se contabilizaron 546 puestos de control, además de otros procedimientos, tarjetas magnéticas, enclaves a los que los no judíos tienen prohibido el acceso y carreteras que sólo pueden utilizar los colonos [...] condiciones que generan una frustrante incertidumbre a los palestinos» [Ha'aretz, 10/05/2007].

Un informe de la Oficina Central de Estadísticas Palestina (PCBS), publicado en el séptimo aniversario de la segunda Intifada, explica con cifras los cambios que se han producido desde que estalló dicha Intifada (el 28 de septiembre de 2000). Unos 4839 palestinos fueron asesinados (lo que equivaldría a 48390 españoles asesinados si se proyectara de acuerdo con el tamaño de la población) por las fuerzas armadas israelíes (un número muy superior al de israelíes asesinados por los palestinos durante el mismo período) y 31445 personas fueron heridas. El 19% de las personas asesinadas eran menores de 18 años y el 8,3% eran mujeres. Según B'Tselem (la organización israelí de derechos humanos), a mediados de 2007 había «más de 9200 palestinos retenidos en Israel»,» el equivalente a 92000 prisioneros políticos españoles si se proyectara de acuerdo con el tamaño de la población. Un periodista israelí escribió con ocasión del fin del año judío 5767 un artículo titulado «Los niños de 5767», que comienza con el siguiente párrafo:
Ha sido un año bastante tranquilo, hablando en términos relativos. Solo 457 palestinos y 10 israelíes fueron asesinados, incluidas las víctimas de los cohetes Kasam, según la organización de derechos humanos B'Tselem. Menos bajas que en muchos años anteriores. De todas formas, fue un año terrible: 92 niños palestinos fueron asesinados (afortunadamente, y a pesar de los kasam, ni un solo niño israelí fue asesinado por los palestinos). Una quinta parte de los palestinos asesinados eran niños y adolescentes; un número desproporcionado, casi sin precedentes. En el año judío de 5767, casi 100 niños que estaban vivos y jugaban en el pasado Año Nuevo, no sobrevivieron para ver este. [Gideon Levy. “The children of 5767”. Ha'aretz. 28.09.2007]
LA CONTINUA DISOLUCIÓN DEL CAPITAL ECONÓMICO, SOCIAL Y CULTURAL
 

Las cifras de la economía palestina son igualmente reveladoras en lo que respecta a los procesos de «de-desarrollo» y creciente dependencia: el producto interior bruto per cápita disminuyó un 23% entre 2000 y finales de 2006, mientras que el índice de precios al consumo subió un 23,5%. Las importaciones (provenientes en su mayoría de Israel) aumentaron en Cisjordania y la Franja de Gaza un 12% durante este período, mientras que las exportaciones disminuyeron un 16,3%. En los años de la segunda Intifada se ha producido un incremento del índice de desempleo, que alcanzó el 27,9% en el primer trimestre de 2007, comparado con un 20,2% en el tercer trimestre de 2000 (justo antes de la segunda Intifada). Los índices de pobreza (si se toma como medida el consumo real más que los ingresos) afectaban al 30,8% del total de familias palestinas en 2006, comparado con el 10,4% en septiembre de 2000.
 

Un informe de septiembre de 2007 del Banco Mundial continuaba dando la voz de alarma sobre el continuo y permanente deterioro de la economía palestina desde el comienzo del levantamiento palestino en septiembre de 2000, y particularmente desde la victoria electoral de Hamas en enero de 2006. El informe destaca que el producto interior bruto (pib) palestino se ha hecho más dependiente de la ayuda extranjera y las remesas provenientes del exterior, y se ha reducido un tercio con respecto al nivel de 1999. Esto confirma que desde principios de 2006, Cisjordania y la Franja de Gaza han visto una masiva fuga de capitales y muy poca inversión extranjera. Los indicadores sociales y de salud también descendieron. La participación de las mujeres en el mercado de trabajo se cuenta entre las más bajas del mundo.
 

Un informe de septiembre de 2007 del Banco Mundial da cuenta de las restricciones de movimiento impuestas por Israel a los palestinos, que tienen un acceso limitado a los mercados interior e internacional, al agua y otros recursos naturales, y cuyos proyectos de ayuda han sido bloqueados, pero el informe se abstiene de pedir a Israel que ponga fin a la ocupación que en junio de 2007 cumplió su 40 aniversario. Estas restricciones (de hecho, un asedio) se han hecho notar especialmente en Gaza desde que se cerraron todas sus fronteras en junio de 2007, «lo que ha producido despidos masivos, repercusiones negativas para el sector agrario y el cierre casi total de las industrias». El informe destaca que Gaza es una parte integral de la economía palestina y que, sin ella, no puede haber un futuro económico o político. Considera que la ayuda internacional ha sido «reactiva y carente de instrumentos para alentar o posibilitar la construcción de instituciones o crear potentes incentivos de reformas» y no se ha destinado a inversiones orientadas a «construir instituciones e infraestructuras palestinas eficientes». El informe se abstiene de pedir el final de la ocupación israelí como condición necesaria para el desarrollo y, en su lugar, continúa equiparando a los ocupados y los ocupantes al apelar por igual a la Autoridad Palestina y a Israel para que «creen un entorno en el que los fondos se traduzcan en un crecimiento sostenible». No obstante, hace una llamamiento concreto a la Autoridad Palestina para que se «oriente a las reformas y alcance autosuficiencia fiscal», y aboga especialmente por el «alivio de las restricciones a la circulación de personas y bienes» y porque estas medidas incluyan a Gaza.
 

Las condiciones socioeconómicas de alto riesgo y el sombrío futuro político se reflejan en la pesimista evaluación que hacen los palestinos de la situación y en sus sentimientos de gran inseguridad, tanto de los individuos como de las familias. También se reflejan en la fuga de capital económico de Cisjordania y la Franja de Gaza durante los últimos años y en el alto porcentaje de personas (sobre todo los jóvenes y los que han recibido una educación superior) deseosas de emigrar de esas zonas. Un reciente sondeo de la opinión pública (septiembre de 2007) revelaba que el porcentaje de adultos que quieren emigrar a otros países se ha incrementado de un ya elevado 28% en junio de 2007 (durante la toma militar de la Franja de Gaza por parte de Hamas) a un 32% en septiembre de 2007 (37% en la Franja de Gaza, frente a un 29% en Cisjordania). El porcentaje de palestinos que viven en campos de refugiados deseosos de emigrar ascendió a un 39%, frente a un 30% de residentes en ciudades y un 31% en los pueblos. El porcentaje entre los partidarios de Fatah (40%) es el doble que el de los partidarios de Hamas (20%). El porcentaje más alto se daba entre los licenciados (44%), en comparación con los analfabetos (13%), y era más elevado entre los hombres (38%) que entre las mujeres (27%); alcanzaba un 53% entre los estudiantes comparado con un 10% de los agricultores y un 25% de las amas de casa, y ascendía al 46% entre los jóvenes con edades comprendidas entre los 23 y los 27 años y al 44% entre los de 18 y 22 años, frente a un 8% de los mayores de 52 años de edad y un 26% de aquellos con edades comprendidas entre los 43 y los 52 años.
 

MANIOBRAS DE ISRAEL Y ESTADOS UNIDOS PARA CREAR UN ENCLAVE PALESTINO AUTÓNOMO CLIENTE

La fragmentación del territorio, la construcción y expansión de asentamientos y la confiscación de tierras se manifiestan de diversas maneras. Los palestinos de Cisjordania, excepto aquellos que poseen documentos de identidad de Jerusalén, necesitan un permiso especial israelí para visitar Jerusalén, para atravesar las áreas designadas por Israel como zonas de seguridad o para entrar en los asentamientos judíos que se encuentran al otro lado del muro de separación. Los palestinos también necesitan permisos especiales israelíes para desplazarse entre Gaza y Cisjordania. No es fácil obtener uno de estos permisos de las autoridades de ocupación israelíes.
La alteración unilateral de la demografía, la geografía y el paisaje de Cisjordania es patente en el creciente número de colonos y asentamientos israelíes en Cisjordania. A finales de 2006 había 475760 colonos en Cisjordania que ocupaban 144 asentamientos, de los que algunos son verdaderas ciudades. Entre septiembre de 2000 y finales de 2006, el número de colonos israelíes aumentó un 26% Y continúa creciendo. Estos asentamientos están situados en los alrededores de los pueblos palestinos (y en el interior de la ciudad de Hebrón), ocupan las cimas de las colinas y están conectados con los pueblos y ciudades israelíes de las áreas de 1948 por carreteras de circunvalación (de uso exclusivo para israelíes). Además de poseer una importante dimensión anexionista, los asentamientos desempeñan un papel estratégico en un sistema de control general. Vale la pena mencionar que hay 1,3 millones de palestinos (en 2007) que poseen pasaporte israelí, en su mayor parte palestinos de segunda y tercera generación que sobrevivieron a la limpieza étnica de 1948 y permanecieron en Palestina. Estos palestinos han estado reivindicando el derecho a ser tratados como ciudadanos con plena igualdad y vivir en un Estado que trate a todos sus ciudadanos por igual (incluidos los palestinos) y han exigido el derecho a ser reconocidos como una minoría nacional.
 

Las partes de Cisjordania en las que los palestinos están confinados conforman en líneas generales la zona sobre la que la clase política israelí pretende que se establezca una entidad política palestina que pueda denominarse Estado. Estas partes se circunscriben a ciudades, pueblos y campamentos palestinos densamente poblados. Según B'Tselem (la organización de derechos humanos israelí), ya en 2002 el 41,9% de Cisjordania estaba asignado a los consejos regionales israelíes y todo el área rural de Cisjordania (clasificada como área C) se halla bajo el control administrativo de un organismo israelí denominado «administración civil», el cual, en opinión de un académico israelí, opera «en estrecha colaboración con el ejército israelí y los colonos» y «se afana en hacer que la vida de los residentes palestinos sea lo más miserable posible, con el evidente objetivo de forzarles a irse».

Para la élite política israelí, un Estado palestino ha de establecerse sobre lo que quede después de haber anexionado el mayor territorio posible, excluyendo tantas ciudades y pueblos palestinos poblados como sea posible. Esto deja a los palestinos de estas zonas confinados en enclaves en los que se les permite formar una entidad política cliente bajo el control absoluto (económico, militar y con asesoramiento en materia de seguridad) del Estado israelí. Cualquier discurso acerca de la posibilidad de que Israel se retire a la Línea Verde de 1967 (la línea del armisticio) es, en el mejor de los casos, una ilusión vana, y en el peor, una propagación de mitos. Que Israel no va a hacer ninguna de las cosas mencionadas —al menos mientras el equilibrio de poder regional e internacional no cambie sustancialmente—, es lo que la ministra de Asuntos Exteriores Tzipi Livni ha dejado claro en su respuesta a la iniciativa de paz árabe relanzada en la cumbre árabe de Riad a finales de marzo de 2007. La iniciativa pide la retirada de Israel de todos los territorios palestinos y árabes que ocupó en 1967 para que pueda establecerse un Estado palestino en Cisjordania y la Franja de Gaza, así como la aplicación de una solución justa al problema de los refugiados palestinos, basada en la resolución 194 de las Naciones Unidas, a cambio de una normalización completa de las relaciones con todos los Estados árabes.
 

El informe provisional israelí Winograd (publicado el primero de mayo de 2007), un informe de la comisión gubernamental creada para examinar las razones de la derrota de Israel en la guerra contra Líbano del verano de 2006, limitaba su análisis a cuestiones técnicas y se abstenía de examinar la estrategia de la clase política israelí, consistente en usar la fuerza militar para imponer su voluntad al pueblo palestino y a los países vecinos. Israel continúa actuando de acuerdo con la premisa de que tanto el equilibrio de poder militar como el apoyo político de las potencias mundiales dominantes seguirán estando de su lado. La operación militar que llevó a cabo contra Siria en el verano de 2007 y sus preparativos para volver a invadir Gaza son muestras de que Israel no ha extraído ninguna lección de su guerra contra Líbano.
 

A las élites político-militar y cultural israelíes les cuesta darse cuenta de que el equilibrio de poder regional y mundial no es estático, que es variable y continuará cambiando, y que este cambio no se producirá necesariamente a favor de Israel. Esta es, quizá, la lección más importante del fracaso de Israel en su guerra contra Líbano y de la desastrosa ocupación militar estadounidense de Irak, así como del creciente antagonismo en muchas partes del mundo hacia lo que Estados Unidos e Israel representan políticamente. Israel no debería estar demasiado complacido de tener como defensor y benefactor permanente e incondicional a unos Estados Unidos beligerantes, con sus ambiciones imperialistas. Hay indicios de que cualquier intento de desestabilizar al régimen iraní por medio de la fuerza militar, debido a sus proyectos nucleares y/o su papel regional (especialmente su postura crítica con las políticas estadounidenses e israelíes) es susceptible de debilitar a los regímenes a los que Estados Unidos califica de «moderados» (por ejemplo, Arabia Saudí, Jordania y Egipto). Ya hemos visto la aguda polarización política interna y la fragmentación social y el colapso del Estado (o poder) central en Irak, Líbano y los territorios de la Autoridad Palestina. Dicha polarización y fragmentación sólo puede generar la desesperación y la frustración que nutren los movimientos fundamentalistas.[...]

La historia palestina ha sido una historia de rebeliones, represión colonial, inmigración forzosa, guerras, limpieza étnica, campos de refugiados, anexiones, ocupación militar, miles de formas de resistencia, movilización política y la formación de comunidades palestinas en diferentes ámbitos nacionales, políticos y legales.
La incapacidad de la AP para actuar como un Estado (el proyecto que dio al movimiento nacional palestino su legitimidad política durante las décadas de los setenta y ochenta), así como la continuada inactividad de las instituciones de la olp son las principales razones que subyacen al aumento de la influencia y la fuerza de Hamas, un mo­vimiento radical y político. Los acuerdos de Oslo fracasaron por muc­hos motivos, y los principales son su falta de adecuación para servir los intere­ses de los palestinos como pueblo y su manipulación orientada a servir solamente a un pequeño sector de la clase política palestina. El apoyo que ha recibido Hamas, lo ha obtenido no porque proponga una visión que pueda rescatar a los palestinos de una situación desesperada y un callejón sin salida político, ya que Hamas carece de dicha visión. En realidad, Hamas ha agravado la situación palestina debido a su falta de una estrategia clara, su ideología totalitaria y su elitista concepción de la resistencia, mientras que Fatah ha fracasado miserablemente a la hora de crear instituciones eficientes y transparentes para la Autoridad Palestina.
Es obvia la necesidad de un movimiento político palestino que replantee su visión y su estrategia, incluida la reconsideración de la idea de una Palestina unificada y democrática. Esa idea está ganando terreno entre los palestinos: dentro de Israel, donde la principal demanda de los palestinos es la transformación de Israel en un Estado para todos sus ciudadanos (judíos y árabes palestinos) y que se acepte a los palestinos como una comunidad nacional. También ha ganado terreno en Cisjordania y la Franja de Gaza, donde se han impuesto cambios unilaterales en el paisaje, la economía y la demografía durante los cuarenta años de ocupación, además de erradicarse las condiciones necesarias para un Estado viable. Esta es una idea que atrae a las comunidades palestinas en la shatat (la diáspora palestina), que no aceptarían ninguna solución al conflicto entre Israel y Palestina que no tuviera en cuenta el derecho al retorno de los palestinos. Una Palestina unida y democrática, que sirva de hogar para dos pueblos, es el único proyecto que puede poner fin a un sangriento conflicto que dura ya un siglo e iniciar un experimento de coexistencia fructífera, así como reconfigurar Palestina como un lugar de reconciliación y pluralismo cultural, religioso y étnico unificador. Estas son las condiciones necesarias sobre las que hay que reflexionar y debatir en profundidad. Sin esta visión, probablemente Oriente Próximo continuará siendo un escenario de guerra y discordia.


[JAMIL HILAL (ed.). En Palestina. Destrucción del presente, construcción del futuro. trad. de Yolanda Fontal Rueda. Barcelona, Bellaterra, 2008]

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