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sábado, 16 de diciembre de 2023

Las vidas palestinas también importan: La investigadora Judith Butler condena el Genocidio de Gaza en su entrevista con Amy Goodman en Democracy Now!

 




I parte.


Entrevistamos a Judith Butler, una de las muchas personas, escritor@s y artistas judí@s y american@s, que han firmado una carta abierta al Presidente Biden en la que exigen un alto el fuego inmediato en Gaza. “Tod@s deberíamos protestar y exigir el fin del genocidio”, dice Butler respecto al ataque israelí. “Mientras Palestina no sea libre… seguiremos siendo testigos de la violencia. Seguiremos presenciando cómo la violencia estructural continúa generando este tipo de resistencia”. Butler es autora de muchos libros, entre ellos The Force of Nonviolence: An Ethico-Political Bind (La fuerza de la no-violencia: la ética en la política) y Parting Ways: Jewishness and the Critique of Zionism (Caminos que se separan: el judaísmo y la crítica del sionismo). Es asesora de Voz Judía por la Paz.


AMY GOODMAN: Estamos en Democracy Now!, democracynow.org, Informe sobre la guerra y la paz. Yo soy Amy Goodman, con Nermeen Shaikh.

NERMEEN SHAIKH: Continuamos nuestra conversación sobre el bombardeo de Gaza. A ella se ha incorporado la filósofa y experta en temas de género Judith Butler, firmante con much@s autor@s y artistas de la carta abierta al Presidente Biden reclamando un alto el fuego inmediato. Butler es autora de muchos libros, entre ellos The Force of Nonviolence: An Ethico-Political Bind (La fuerza de la no-violencia: la ética en la política) y Parting Ways: Jewishness and the Critique of Zionism (Caminos que se separan: el judaísmo y la crítica del sionismo). Su reciente escrito publicado por London Review of Books se titula “The Compass of Mourning” (“El perímetro del luto”). Judith Butler se une a nuestra conversación desde París. Es catedrática de la universidad de California en Berkeley y ocupa la cátedra Hannah Arendt en la European Graduate School. Es asesora de Voz Judía por la Paz.


Bienvenida a Democracy Now!, profesora Butler. Acabamos de hablar con la Dra. Ashrawi, quien ha dicho, cito sus palabras, “que a los palestinos se les ha negado el reconocimiento y sus derechos”. Vd. ha escrito copiosamente sobre la manera en que vidas diferentes se valoran de modo diferente.

JUDITH BUTLER: Sí. Permítame decir simplemente que quienes han sido entrevistados en Palestina para esta conversación han utilizado la palabra “genocidio”. Creo que es preciso que nos tomemos esta palabra muy seriamente, pues describe la situación en la que una población ha sido convertida en un blanco —no sólo militarmente, sino también civilmente— y bombardeada, descoyuntada por la fuerza, y existen planes para la reubicación de toda esa población e incluso para el derribo completo de los pueblos y de las ciudades de Gaza. Como Vd. sabe, existen agrupaciones de juristas, como el Centro de Derechos Constitucionales, que ha publicado un estudio de 40 páginas dedicado a explicar por qué es correcto llamar genocidio a lo que les está sucediendo ahora a los palestinos. Otros grupos estudian la legislación internacional para demostrar que un genocidio no siempre se parece a lo que hizo el régimen nazi y puede socavar sistemáticamente las posibilidades de vida, salud, bienestar y la capacidad para sobrevivir. Esto es exactamente lo que está sucediendo.

Los motivos por los que la mayor parte de los medios de comunicación estadounidenses y el propio gobierno de los Estados Unidos han decidido ser cómplices de los crímenes genocidas constituyen una enorme pregunta abierta. Y es un hecho alarmante. Hanan Ashrawi tiene razón cuando dice que no se limitan a dar su apoyo ideológico para justificar la violencia genocida israelí. De hecho, están dando armas, apoyo y consejo para llevar a efecto este conjunto de políticas genocidas.

Desde mi punto de vista, los palestinos han sido etiquetados como personas cuya pérdida no puede ser llorada. Esto equivale a decir que no son un grupo de personas cuyas vidas se estime que tengan valor, o que puedan persistir y prosperar en este mundo. Si pierden la vida, dicha pérdida no se considera una pérdida verdadera, porque no sólo son algo menos que humanos, sino que constituyen una amenaza para la idea de lo humano que defiende la política sionista, que comparten Israel, los Estados Unidos y muchos poderes occidentales.

De modo que una vez que vemos que estas caricaturas se apoderan del discurso público —diciendo que todos los palestinos son Hamás, o que Hamás es terrorismo y no una lucha de resistencia armada, o que la violencia israelí está moralmente justificada pero la violencia palestina es barbarie—, ¿por qué no habría de justificarse moralmente el bombardeo de personas en sus hogares y en sus hospitales y en sus escuelas, o cuando están huyendo, de acuerdo con las directrices israelíes, no es barbarie eso? A lo que me refiero es a que lo que vemos no es la muerte de civiles palestinos como bajas en una guerra, una especie de daño colateral. Estos civiles son un objetivo, un blanco. Y elegir como objetivo a civiles que pertenecen a un grupo específico, a un grupo étnico, racializado, constituye una práctica genocida. Es eso lo que estamos viendo.

Así que deberíamos levantarnos todos para oponernos, para exigir el fin del genocidio. Es verdad que he firmado varias peticiones, y una de ellas demanda un alto el fuego inmediato. Esto es lo mínimo que se puede exigir. Pero la verdad es que la violencia que estamos viendo se corresponde con una violencia que viene durando mucho tiempo, una violencia de 75 años, que se ha caracterizado por la dislocación sistemática, por el asesinato, el encarcelamiento, la detención, la tierra arrebatada, las vidas destrozadas. En realidad, hace falta una solución política mucho más plena para la situación actual. Mientras Palestina no sea libre y a los palestinos no les sea posible vivir como ciudadanos y poder actuar políticamente en un mundo al que puedan contribuir, en el que puedan gobernarse y formar parte de una democracia, continuaremos viendo violencia. Seguiremos viendo la violencia estructural que produce este tipo de resistencia. Así que espero que…

AMY GOODMAN: Judith Butler…

JUDITH BUTLER: …finalmente no nos limitemos a poner una tirita.

AMY GOODMAN: El político israelí Moshe Feiglin ha llamado a reproducir un Dresde en Gaza, refiriéndose a la segunda guerra mundial y al bombardeo de Dresde, en el que murieron en torno a 25.000 personas.

JUDITH BUTLER: Sí.

AMY GOODMAN: Una tormenta de fuego sobre toda la franja de Gaza. Cuando en una entrevista se le preguntó a Naftali Bennett, el primer ministro anterior, sobre el asesinato de más de 1.400 personas civiles israelíes el 7 de octubre, contestó: “¿Está Vd. hablando seriamente de civiles palestinos?” Sólo tenemos 45 segundos para su respuesta.

JUDITH BUTLER: Creo que uno de los problemas es que a los civiles palestinos no se les reconoce como tales. Es decir, cuando se ha conseguido, retóricamente y a través de los medios, la identificación de Palestina con el terrorismo, a todos los palestinos como terroristas, a los que se identifica con la barbarie y con la animalidad, entonces no existen los civiles en el imaginario de aquellos que están ejerciendo violencia sobre ellos.

AMY GOODMAN: Queremos agradecerle…

JUDITH BUTLER: Y eso es falso y hay que oponerse a ello. Gracias.

AMY GOODMAN: Queremos agradecerle su presencia aquí. Continuaremos con la segunda parte de nuestra conversación y la publicaremos en democracynow.org. Judith Butler es filósofa, comentarista política y especialista en estudios de género, catedrática en la Graduate School de la universidad de California en Berkeley, ocupa la cátedra Hanna Arendt en la European Graduate School y es asesora de Voz Judía por la Paz.


Aquí termina nuestro programa. Yo soy Amy Goodman, con Nermeen Shaikh en una nueva edición de Democracy Now!

Traducción de Esteban Pujals Gesalí.

Esta entrevista fue publicada en Democracy Now! el 26 de octubre de 2023.

 

Judith Butler sobre Hamas, el castigo colectivo en Gaza y por qué debe Biden presionar para que haya un alto el fuego

II parte de la entrevista de Democracy Now! a Judith Butler.

AMY GOODMAN: Somos Democracy Now!, democracynow.org, El informe sobre la guerra y la paz. Y yo soy Amy Goodman y hago la entrevista junto a Nermeen Shaikh.


Continuamos con la segunda parte de nuestra conversación con Judith Butler, filósofa y especialista en estudios de género. Ella es una de las docenas de artistas y escritores judíos q hace poco firmaron una carta abierta dirigida al presidente Biden en la que solicitaban un alto el fuego inmediato. Otras personas que firmaron la carta son V, antes llamada Eve Ensler, Masha Gessen y el dramaturgo Tony Kushner.


NERMEEN SHAIKH: Judith Butler es autora de numerosos libros, entre los que se encuentran La fuerza de la no violencia: La Ética en lo Político y Caminos separados: el judaísmo y la crítica al sionismo. Su reciente artículo para la revista London Review of Books se titula “Los alcances del duelo”. Judith Butler se nos une hoy desde Paris. Es catedrática en la Graduate School de la universidad de California en Berkeley y ocupa la cátedra Hannah Arendt en la European Graduate School. También es asesora de Voz Judía por la Paz.


Bienvenida a Democracy Now!, profesora Butler. Me gustaría, antes que nada, preguntarle por la carta abierta que usted firmó, junto a otros especialistas y escritores judíos, instando al Presidente Biden a que apoyara un alto el fuego en Gaza. Voy a citar un párrafo de dicha carta que dice: “Condenamos los ataques contra la población civil israelí y palestina. Pensamos que es posible y, de hecho, es necesario condenar las acciones de Hamas y reconocer la opresión histórica e incesante contra los palestinos. Creemos que es posible y realmente necesario condenar el ataque de Hamas y pronunciarse contra el castigo colectivo a la población gazatí que se está llevando a cabo e incrementando mientras escribimos esta carta”. Así que, profesora Butler, ¿podría hablarnos de este tema? Me refiero, por supuesto, a por qué resulta tan evidente que se puede condenar lo que hizo Hamas y, a la vez, oponerse al incesante y brutal ataque contra Gaza.


JUDITH BUTLER: A mí me parece que uno puede y debe oponerse a las matanzas de la población civil. Y que esto es un precepto ético básico de la guerra. Y, por tanto, parece lógico decir que nos oponemos a la matanza de civiles de los dos lados. Me parece que lo que resulta problemático es la frecuencia con la que mucha gente que se considera sionista dice que los ataques de Hamas justifican la respuesta que ahora se está dando por parte del ejército israelí. Resulta sencillo darse cuenta de que la fuerza militar entre palestinos e israelíes es totalmente asimétrica. Y en el presente conflicto las dos partes no tienen el mismo grado de culpabilidad. Debemos entender la historia de violencia que se está infligiendo contra los palestinos, Gaza incluida, y yo añadiría, como parte de esa violencia, el privar a la gente de agua potable, de asistencia médica, de comida y de electricidad. Por decirlo de otra manera, las condiciones mismas que hacen posible poder vivir están siendo atacadas sistemáticamente.

Creo que no puedo hablar por todas las personas que firmaron la carta. Pero, como personas judías, decimos: “No en nuestro nombre”. Es decir que lo que el estado de Israel está haciendo, lo que el ejercito israelí está haciendo no nos representa. No representa nuestros valores. Y porque, tal y como he dicho, creo que a lo que estamos asistiendo es a la implementación de un plan genocida, según la definición legal internacional de genocidio, y como judíos resulta imperativo, desde un punto de vista ético y político, atrevernos a hablar contra el genocidio. De la misma forma que también debemos atrevernos a hablar en contra de la producción de un nuevo tipo de refugiados o la intensificación del estatus de refugiados de tantos palestinos que, en algunos casos, han sido población refugiada desde 1948. Sus familiares lo han sido. Creo que este es el pensamiento básico que subyace detrás de esa petición.


AMY GOODMAN: Profesora Butler, quisiera referirme a John Kirby, el portavoz del Consejo Nacional de Seguridad [de la Administración Biden], que habló esta semana en una rueda de prensa en la Casa Blanca.


JOHN KIRBY: Estamos en guerra. Estamos combatiendo. Eso implica derramamiento de sangre, algo repugnante y va ser complicado. Y se va a hacer daño a civiles inocentes en nuestro avance. Ojalá pudiera decirles algo diferente. Ojalá no fuera a suceder. Pero sucederá.


AMY GOODMAN: Así que eso es lo que va a ocurrir, que habrá matanzas de la población civil. Si pudiera usted, Judith, responder también como profesora judía a los miembros del gobierno israelí que, como Naftali Bennett, han dicho, “¿Estáis hablando en serio acerca la población civil palestina?”, como si el hablar de nuestra preocupación por los palestinos fuera equivalente a minimizar lo que ocurrió el 7 de octubre, la matanza de 1.400 judíos, un asesinato en masa, la peor matanza de judíos desde el Holocausto.


JUDITH BUTLER: Cuando el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional afirma que se debe a la mala suerte que la población civil pierda la vida en Gaza, y que ojalá ese no fuera el caso, lo que está haciendo es mentir. Se está poniendo en el punto de mira a la población civil. Y creo que una de las cosas que podemos decir, que está ocurriendo ahora mismo y lleva ocurriendo desde hace cierto tiempo, es que el Estado israelí afirma que todos esos blancos civiles a los que golpea son escudos humanos de las instalaciones militares. Vaya, esa es una explicación muy conveniente, pero no explica por qué se bombardean las casas, y por qué se está seleccionando como blanco y bombardeando a la población que huye del norte al sur. Así que eso es hablar con mala fe, en el mejor de los casos, y una mentira brutal, si queremos hablar con honestidad.


También creo que, por desgracia, hay algunos grupos judíos y grupos sionistas que, solo o principalmente, se preocupan por la vida judía, y su postura es que la destrucción de la vida judía es lo peor que podría suceder en el mundo. Y eso sería algo absolutamente terrible. Pero la vida judía no es más valiosa que la vida palestina. Y creo que se puede encontrar a una serie de personas que opina lo mismo en abstracto, pero que justifican el que los palestinos en masa sean el blanco y la campaña de asesinatos contra Gaza porque ninguna cantidad de violencia puede compensar su sentimiento de agravio.

Me gustaría añadir que es dificilísimo encontrar una prensa y unos medios que ofrezcan información gráfica y descripciones detalladas del sufrimiento que está padeciendo Gaza. Recogemos mucha más información en, por ejemplo, The New York Times sobre las vidas israelíes y sobre lo mucho que han tenido que soportar. Pero nunca se cubre igual la información de lo que está pasando en Palestina. A veces nos dan cifras. Y, tal y como hemos visto, esas cifras pueden ser cuestionadas incluso por Biden, incluso aunque dicha información provenga de organismos de la ONU o de organizaciones respetables que trabajan sobre el terreno. Así que existe una gran cantidad de formas de minimizar y de desrealizar lo que está sucediendo, es decir, de hacer que las muertes palestinas parezcan falsas o ilusorias. Y creo que nuestro trabajo como profesores, periodistas o personas activistas debe ser sacar a la luz lo que está pasando y hacer que esas vidas y esas muertes tengan sentido para el gran público en general.


NERMEEN SHAIKH: Profesora Butler, me gustaría preguntarle por su propio trabajo. Usted ha escrito extensamente sobre la pregunta de por qué ciertas vidas tienen más valor que otras. Si pudiera comentarnos específicamente cómo eso queda reflejado, no solo en las palabras de John Kirby que acabamos de escuchar sino también en la cobertura de los medios, la cobertura de los medios más leídos y escuchados sobre la guerra aquí, en los Estados Unidos. Voy a citar su libro del año 2009, Marcos de guerra. Las vidas lloradas: “Cuando tomamos nuestro horror moral como señal de nuestra humanidad, fallamos al no darnos cuenta de que la humanidad está, de hecho, implícitamente dividida entre aquellos por los que sentimos una preocupación no razonada y apremiante y aquellos cuyas vidas y muertes sencillamente no nos afectan, o ni siquiera pensamos en ellas como vidas”. Así que, ¿podría comentarnos como se manifiesta esto, en particular, tal y como antes nos habló de The New York Times y de los medios estadounidenses? Y en este momento en que usted se encuentra en Paris, ¿podría, quizás, abordar cómo se refleja esto en los medios europeos?


JUDITH BUTLER: Bueno, en primer lugar, voy a exponer lo que considero una verdad evidente, el hecho de que el marco colonial del colonizador de Israel que ocupa Palestina es racista, y a los palestinos se les representa como algo menos que humanos. Ellos forman parte de los no europeos. Evidentemente, también hay judíos que no son europeos. Pero los palestinos son racializados y se les trata como algo menos que humanos. Y por eso la pérdida de esas vidas ni se señala ni se reconoce como pérdida. Por supuesto que esto sí se reconoce dentro de Palestina, es decir, siempre se encuentra una forma de reunirse y hacer el duelo y de trasladar a los muertos y honrarlos. Así que estamos hablando solo del punto de vista de aquellos que creen que la eliminación de las vidas palestinas o el estar dañando permanentemente las vidas palestinas está, de alguna manera, justificado. No ven esas vidas como vidas humanas, según la idea que ellos tienen de lo humano.

Y esto lo hemos visto cuando Netanyahu llama a los palestinos animales y otros los llaman bárbaros y, que no se nos olvide, cuando se les considera simplemente un problema estratégico: “vaya, aquí tenemos a una población de hecho. Quizás podamos deportarlos”. Así que cuando algún miembro del gobierno israelí habla de reubicar a los palestinos al Sinaí y convertirlos, de este modo, en un problema egipcio, y se ponen a investigar la vivienda que hay disponible en las afueras de El Cairo, de lo que están realmente hablando es de deportarlos como si se tratara de mercancías o propiedades suyas, como si tuvieran derecho a hacerlo, como si esa gente fuera de su propiedad o esa gente fueran mercancías móviles que se pueden trasladar de un sitio a otro. Y esto no es solo una deshumanización radical, sino que hace posible el tratamiento brutal, la deportación y el asesinato de personas tal y como lo estamos viendo ahora mismo. Creo que no estamos viendo bombardeos al azar. Estamos viendo cómo se despliega un plan. Y, a no ser que los Estados Unidos y otras grandes potencias lo interrumpan, va a ser algo devastador.

Por supuesto, en Europa y en París durante un tiempo se prohibió apoyar a los palestinos con protestas públicas. Y, afortunadamente, el Tribunal Constitucional echó abajo esa decisión del poder ejecutivo, y al menos 20.000 personas se manifestaron en la calle justo la semana pasada. Y, por supuesto, estamos viendo cada vez más reacciones similares en los círculos académicos estadounidenses. A no ser que la gente condene a Hamas, estas protestas no se consideran aceptables. Se consideran anti-semitas. A no ser que la gente apoye a Israel inequívocamente, se considera a esas personas antisemitas o alineadas con el terrorismo. Y, por supuesto, tan pronto como esto sucede, esas personas que quieren manifestarse, públicamente o en sus universidades, contra la injusticia que se está cometiendo, se arriesgan a perder apoyos, a perder su trabajo, y se les estigmatiza. Conozco a gente del mundo académico a los que se les ha suspendido de su trabajo aquí y en Suiza. Y también conozco personas del mundo académico alemán que intentan protestar y a los que se mancilla bajo la acusación de que son antisemitas.

Criticar al Estado de Israel no es antisemita si el Estado de Israel es un Estado colonial de colonizadores que está ejerciendo una violencia extraordinaria. Estamos en contra de la violencia. Estamos en contra de los disposiciones coloniales de los colonizadores. Estamos en contra de la injusticia. Y, si eres verdaderamente judío, tu obligación es estar en contra de la injusticia. No serías un buen judío si no te opusieras a la injusticia. Así que el que te llamen antisemita, y a mí me lo llevan llamando desde hace muchos años aquellos que están en mi contra por defender valores que también son valores judíos, valores compartidos, pero desde luego valores judíos, es algo sencillamente horrible.


AMY GOODMAN: ¿Podría explicarnos que le ocurrió en Berna? De hecho, creíamos que le haríamos la entrevista en Berna pero usted tuvo que cancelar su conferencia.


JUDITH BUTLER: Sí, yo cancelé mi propia conferencia porque me di cuenta de que si hablaba en la universidad de Berna con la situación que había, habría producido una gran controversia y, probablemente, habría hecho daño a mis anfitriones y a su departamento. Pero es verdad que en algunos sitios en los que hay gente que es claramente antisionista o apoya el movimiento Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel (Boycott, Divestment and Sanctions to Israel), al que yo apoyo, se producen protestas, se intenta ejercer la censura, se intentan erradicar modos de reconocimiento o bloquearles la entrada. Me estoy refiriendo a cómo se están intensificando este tipo de medidas en las instalaciones universitarias estadounidenses. Y, por supuesto, necesitamos proteger los derechos de reunión, manifestación y protesta. Solidarizarse con Palestina no significa necesariamente estar a favor de los ataques militares de Hamas, sino apoyar a la gente a los que, de una forma genocida, se ha puesto en el punto de mira.


NERMEEN SHAIKH: Profesora Butler, ¿podría decirnos cuál piensa usted que podría ser una salida a la presente crisis? Y también, en el contexto de La fuerza de la no violencia: La ética en la política, su libro de 2020, ¿en qué consistiría aceptar su planteamiento, instando a la no violencia aun sabiendo, por supuesto, que adopta usted una posición difícil, para poder entender cómo terminar potencialmente con esta situación?


JUDITH BUTLER: Bueno, creo que lo primero de todo sería la inmediata necesidad de lograr un alto al fuego. Aunque también pienso que no habrá una posible solución si no se permite a los gazatíes regresar a sus casas y reconstruirlas y llevar a cabo el duelo y la vida que les corresponde. Creo que la ocupación debe terminarse e incluyo el asedio de Gaza como parte de dicha ocupación. A veces se comenta que Gaza ya no es un territorio ocupado, que la ocupación terminó en el año 2005. Y eso no es verdad. Se podría decir que el ejército israelí se retiró, pero cada mínima parte de la frontera, excepto, quizá, la puerta de Rafah, está patrullada y controlada por las autoridades del Estado de Israel. Lo que quiere decir que ni la gente ni las mercancías pueden salir ni entrar sin permiso israelí. Y por eso no podemos hablar de que exista una autonomía política en tales circunstancias.


También creo que el tipo de deportación a la que estamos asistiendo en la actualidad es la que ocurrió en 1948 cuando comenzó la Naqba. La Naqba no es un acontecimiento único que tuvo lugar en 1948. Es una situación incesante. Y por eso los asesinatos, las masacres y la desposesión que estamos viendo en la actualidad son una continuación de la Naqba. Quizás es mucho más gráfica en la situación actual. Pero no debemos imaginarnos que, si resolvemos el presente conflicto ahora, habremos llegado a la raíz del problema. La raíz del problema incluye encontrar una fórmula por la que los palestinos tengan un poder absoluto de autodeterminación, puedan vivir en una sociedad democrática, se ponga fin a la desposesión y se les devuelvan las tierras que les han robado, por lo menos que se reconozca y se repare este hecho, y también significa el derecho a retornar de mucha gente que se ha visto obligada a marcharse en circunstancias terribles.


AMY GOODMAN: Judith Butler, queremos darle las gracias por estar con nosotros. Judith es filósofa, comentarista política, especialista estudios de género, catedrática de la Graduate School de la universidad de California en Berkeley. Y ocupa la cátedra Hannah Arendt en la European Graduate School. También forma parte del consejo asesor de Voz Judía por la Paz. Como nos quedan dos minutos para que termine la conexión por satélite, podría comentarnos ¿qué cree que pensaría Hannah Arendt de la actual situación?


JUDITH BUTLER: Bueno, el trabajo de Hannah Arendt se compone de diferentes partes, pero yo diría que ella demostró gran inteligencia cuando escribió en 1948 que basar el Estado de Israel en el principio de soberanía judía era un error tremendo. Y que conllevaría conflictos de tipo militar durante las futuras décadas. Lo que ella estaba defendiendo era una estructura binacional, pluralista, en la que judíos y palestinos pudieran cohabitar en el territorio y en la que existiera una igualdad de algún tipo. No estoy segura que tuviera un plan acabado por completo. Parece que su plan procedía de Martin Buber, en cierto sentido. Pero lo que está claro es que ella pensaba que ningún Estado podría basarse en una forma de soberanía étnica o religiosa sin producir un desplazamiento de toda la gente que no perteneciera a esa religión ni a esa etnia. Así que predijo que Israel produciría una masiva clase de refugiados, y que estaría atascada en un conflicto durante los años venideros.

Y por eso creo que tenemos que recordar el derecho al retorno. Nunca llegaremos a la raíz del problema a no ser que nos demos cuenta de los millones de palestinos cuyas familias llevan viviendo todos estos años en un exilio forzoso, y habría que darles algún tipo de reconocimiento, alguna reparación, alguna manera de honrar su derecho a volver.


AMY GOODMAN: Muchas gracias. Si alguien quiere ver la primera parte de nuestra conversación con la profesora de la universidad de California en Berkeley, les animamos a conectar con democracynow.org. Soy Amy Goodman y he entrevistado a Judith Butler con Nermeen Shaik.


Traducción de María José Belbel Bullejos.

Esta entrevista fue publicada en Democracy Now! el 26 de octubre de 2023.






viernes, 10 de noviembre de 2023

Resistir en Gaza, por Teresa Aranguren

 Resistir en Gaza, por Teresa Aranguren


“Lo peor es no estar con los tuyos y escuchar que están bombardeando el barrio y que tu casa familiar ha sido destruida y que alguien muy cercano a ti figura entre los heridos o los muertos”.

“Esta maldita guerra terminará y nuestra casa no volverá a nosotros y nosotros no volveremos a casa. Las fuerzas de ocupación israelíes la han bombardeado y la han destruido por completo. Esto no significa en absoluto que la casa ya no sea el espacio para nuestros sueños, nuestro amor, nuestra amistad, nuestros gritos, nuestro miedo, nuestro aburrimiento, nuestra ansiedad, nuestras canciones, nuestras mochilas de la escuela, nuestras ideas, nuestras risas, nuestras conversaciones y nuestras diferencias. La casa seguirá siendo el lugar que acoge todo lo que sentimos y pensamos. Quien construyó esta casa construirá otras una y otra vez. Somos tan duraderos como lo ha sido el olivo durante miles de años, sobreviviendo hasta nuestro último aliento. Pese a todo lo que está ocurriendo y lo que va a ocurrir, nunca nos rendiremos, seguiremos aquí firmes en nuestra tierra, renaceremos de los escombros como el ave Fénix, permaneceremos aquí como el olivo con sus raíces en la tierra y sus ramas acariciando el cielo…”.

Olivo-símbolo-de-Palestina


Este texto lo escribe Muhammad Salha, amigo de mi hijo David, quien todas las mañanas le envía un WhatsApp para saber si sigue vivo. Casi siempre contesta con un escueto “aún vivos” pero, de vez en cuando, envía un texto como el que encabeza este artículo, es su modo de romper el cerco que los mantiene incomunicados y aislados del mundo y es también un mensaje de resistencia. A veces tarda varios días en contestar al WhatsApp de David y entonces la duda es si su silencio se debe a falta de batería para el móvil o de aliento para seguir respirando.

Muhammad Salha ha cumplido ya los 40 años, está casado, tiene cinco hijos, los dos mayores de un anterior matrimonio, los otros tres del actual. Desde que comenzaron los bombardeos ha perdido a 12 familiares y a casi todas sus amistades, entre ellas su exesposa con quien mantenía una relación muy estrecha. Es un amante del teatro y de toda actividad artística, una especie de promotor cultural que, en 2014, tras los bombardeos israelíes de aquel verano (más de 2.500 muertos, un tercio de ellos niños) organizó, en colaboración con una oenegé de Cataluña, una gira de payasos, entre ellos mi hijo, por la devastada ciudad de Gaza. De aquella gira proviene su amistad.
La casa de Muhammad, construida, según sus palabras, a la medida de sus sueños y su amor, estaba en un barrio de clase media de la ciudad de Gaza, pero, tras el inicio de los bombardeos, decidieron abandonarla y trasladarse a la vivienda de unos parientes en una zona que parecía un poco más segura, si es que el término “segura” tiene algún sentido ahora en Gaza. Dos días después de su traslado, la casa fue bombardeada.

Entonces escribió ese texto que envió por WhatsApp a David y cuya última frase es toda una declaración de vida, de amor a la vida. Y a la tierra. “Cuando todo esto pase, nos quedaremos aquí hasta que el dolor desaparezca, viviremos aquí y la música será dulce”.

Como ya no hay trabajo que no sea el de sobrevivir o ayudar a que otras personas sobrevivan, Muhammad acude todos los días al hospital Shifa, el más importante de Gaza, para ayudar al exhausto personal sanitario que, sin apenas medicamentos ni material sanitario, trata de hacerse cargo no solo de las personas enfermas y heridas sino de las más de 12.000 desplazadas que han buscado refugio en las inmediaciones del centro hospitalario, con la vana esperanza de que las bombas respeten ese lugar destinado a paliar el dolor y combatir a la muerte. En realidad, el hospital Shifa y todos los hospitales de la zona norte y de la ciudad de Gaza están amenazados por el Ejército israelí. La orden es “evacuad el hospital y marchad todos hacia el sur, si no lo hacéis, moriréis porque vamos a bombardear el edificio”.
El método se parece demasiado al que en 1948 emplearon las milicias armadas del movimiento sionista para expulsar a la población palestina de sus tierras. La fórmula, tal como lo han explicado en más de una ocasión militares israelíes que participaron en aquellas operaciones, consistía en rodear una localidad y lanzar con altavoces este mensaje: “Abandonad vuestras casas inmediatamente, tenéis dos horas para salir del pueblo, si no os pasará lo mismo que a los de Deir Yassin”*. 75 años después, la historia se repite.

Veo en las noticias la imagen atroz de hombres escarbando la tierra con las manos y sacando de entre los escombros cuerpos ensangrentados de niños y niñas. Uno de esos hombres con el rostro casi blanco por el polvo grita a cámara: “Mi abuelo ya vivió esto mismo, pero ahora no nos iremos, aunque nos maten a todos, no nos iremos”.

Lo que el Ejército israelí está llevando a cabo en Gaza no es una operación para acabar con Hamas, al menos no es ese su único ni siquiera su principal objetivo; la estrategia de exterminio y terror que el Ejército israelí está llevando a cabo en Gaza tiene como objetivo “vaciar” de población palestina la mitad norte de la Franja y anexionarse el territorio. Si nadie lo impide y no parece que nadie vaya a impedirlo, Gaza será reducida a escombros y de la noche a la mañana cerca de un millón de personas se convertirán en refugiadas. Porque ahora, como entonces, Israel no permitirá que regresen a sus hogares. Y ahora, como entonces, el crimen de lesa humanidad de la limpieza étnica quedará impune.

Wafaa Abu Hajjaj tiene 33 años, está soltera y es periodista freelance. Vive en la ciudad de Gaza, cerca del hospital Shifa, el más importante de la Franja y ha decido quedarse allí, haciendo su trabajo de periodista. “Quiero recopilar los testimonios de la gente que ha venido hasta aquí buscando un lugar más seguro. Hay miles de personas instaladas en las cercanías del hospital, muchas ya no tienen un hogar donde refugiarse porque sus casas han sido destruidas por las bombas, otras han llegado trayendo varios familiares heridos… Desde que un portavoz del Ejército israelí anunció que el hospital era objetivo militar y que tenía que ser evacuado y que toda esta gente tenía que ir hacia el sur, sabemos que en cualquier momento pueden bombardearnos, pero nos quedamos aquí… Vamos a continuar informando, ese es nuestro mensaje, pase lo que pase voy a seguir filmando, pese a los continuos apagones, las desconexiones de internet y de la telefonía, voy a seguir filmando y enviando al mundo las escenas que muestran los crímenes de la ocupación, voy a seguir contando al mundo lo que está pasando…”, cuenta.

Desde el inicio de la ofensiva israelí en Gaza, 34 periodistas de Palestina han muerto por disparos o bombas del Ejército israelí. No hay prensa occidental en el interior de la Franja, Israel impide la entrada de periodistas. No es algo excepcional, cerrar el paso de los medios de comunicación a la zona donde va a realizar una operación militar es práctica habitual del Ejército israelí. Y no ocurre solo en la bloqueada Gaza.

En el año 2002 durante una operación militar que Israel denominó “cinturón defensivo”, casi todas las ciudades de Cisjordania, Ramalla, Nablus, Tulkaren, Jenín, Belén, permanecieron durante semanas ocupadas por el Ejército israelí, sometidas a toque de queda y totalmente aisladas del mundo. Ni Cruz Roja, ni organizaciones humanitarias, ni representantes de Naciones Unidas, ni cuerpo diplomático ni por supuesto los medios de comunicación pudieron entrar. La única forma de saber lo que ocurría era hablar por el móvil con alguien de dentro de la ciudad. Así supimos que gran parte del campo de refugiados de Jenín estaba reducido a escombros y que había heridos desangrándose en las calles que nadie podía socorrer porque francotiradores del Ejército disparaban a todo el que salía de casa. Pero los móviles de entonces servían para hablar y poco más, no tenían cámaras para filmar lo que estaba pasando, así que de aquella operación atroz en Cisjordania no hay imágenes. Y aunque las investigaciones de organismos como Human Rights Watch dieron cuenta de graves crímenes de guerra cometidos por el Ejército israelí, nada de aquello se vio. La imagen de una joven enfermera muerta junto al cuerpo del herido al que intentó socorrer o la del anciano en silla de ruedas que enarbolaba una banderita blanca y cuyo cadáver tiroteado fue aplastado después por un tanque israelí no recorrieron las redacciones de los medios y no conmovieron a la opinión pública porque esas imágenes no existen, existe el testimonio y el relato, pero no la imagen del crimen. Por cierto, en Cisjordania no actuaba Hamás.

“Lo peor es no estar con los tuyos y escuchar que están bombardeando el barrio y que tu casa familiar ha sido destruida y que alguien muy cercano a ti figura entre los heridos o los muertos”, escribe Wafaa Abu Hajjaj en el último mensaje recibido, poco antes de que las conexiones a internet y la telefonía móvil fueran bloqueadas por Israel durante varios días.

Entre el 7 de octubre y el 5 de noviembre, más de 10.000 personas han sido asesinadas y más de 22.911 han resultado heridas, según datos Según el Ministerio de Salud Palestino. A esta cifra se suman las 2.000 personas reportadas como desaparecidas, presumiblemente bajo los escombros de edificios destruidos, entre ellas 1.100 niños y niñas. La UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los y las refugiadas palestinas) informa de 690.000 personas desplazadas que han buscado refugio en 149 instalaciones de UNRWA en toda la Franja, de ellas unas 160.000 se alojan en 57 edificios de UNRWA en el norte y en ciudad de Gaza, donde el Ejército israelí prohíbe la llegada de ninguno de los pocos camiones que entran por el paso de Rafah, fronterizo con Egipto. La agencia advierte que ya no puede prestar servicio a las personas refugiadas en esa zona. Israel impide la entrada de combustible indispensable para el funcionamiento de los hospitales y las desaladoras de agua.
Hace varios días que no llega ningún mensaje de Muhammad. Tras el gran apagón informativo por la desconexión de internet y la telefonía móvil, las comunicaciones se han restablecido con dificultades. Quiero creer que esa es la razón de su silencio.

Este es su último mensaje: “Durante un momento perdí mi humanidad y empecé a pensar en tomar venganza y deseé matar a aquellos que nos están haciendo esto porque mis sentimientos están confusos y no puedo controlar mis emociones. Pero prefiero seguir siendo Muhammad, el ser humano, Muhammad el que rechaza la violencia, Muhammad el padre cariñoso, el amigo fiel, el compañero divertido. Soy un ser humano y seguiré siendo un ser humano”.

La estrategia de exterminio sigue adelante ante los ojos del mundo. Quizás dentro de diez o veinte años, muchos se pregunten ¿cómo fue posible aquello?, ¿cómo lo consintieron?, ¿cómo nadie paró el genocidio?

Y no podremos decir, como en otro tiempo se dijo en Europa, que no sabíamos.

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