sábado, 13 de diciembre de 2025

LUZ GÓMEZ: "ESCRIBIR POESÍA SIENDO DE PALESTINA ES UN ACTO DE AFIRMACIÓN CONTRA EL EXTERMINIO CULTURAL Y MENTAL"


 

Luz Gómez, catedrática de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid, es una de las más reconocidas arabistas de España y, probablemente, una la que más ha profundizado en la poesía de las y los poetas palestinos. Ha traducido prácticamente 11 obras de Mahmud Darwish, el gran poeta palestino, considerado un clásico de los países árabes. Por uno de esos libros recibió el Premio Nacional de Traducción. En abril de 2024 publicó Palestina/48. Poemas del Interior una antología de otros tres poetas: Rashid Hussein (1936-1977), Samih al-Qasim (1939-2014) y Taha Muhammad Ali (1931-2011). Ahora acaba de publicar otra antología, esta vez de quince mujeres nacidas a partir de 1977, Maneras de ser Palestina. Antología de nuevas poetas, ambos editados por Ediciones de Oriente y del Mediterráneo, que tiene un amplio fondo editorial dedicado al mundo árabe y a Palestina.

MUNDO OBRERO: En el prólogo de Palestina/48. Poemas del Interior hablas de la forma de entender y difundir la poesía en Palestina, escrita para el pueblo y que se trasmite de forma oral. También apuntas que, según el historiador israelí Shlomo Sand, en la década de los sesenta Israel todavía temía más a los poetas que a los “mártires”. ¿Qué representan esos poetas para ser temidos por Israel?

LUZ GÓMEZ: Entre 1948 y 1966 los palestinos de Israel vivieron bajo la ley militar. Los festivales populares en los pueblos y en pequeños locales de las ciudades de Galilea eran los momentos en que los palestinos podían reunirse con mayor facilidad. En ellos, los recitales poéticos tenían un lugar preferencial, y de la poesía popular y folclórica más tradicional, de carácter oral, que cantaba las gestas caballerescas, se fue pasando a una poesía que pudiéramos llamar nacionalista, compuesta por jóvenes como los que mencionas a propósito de Palestina/48. Estos jóvenes, que conocieron la Nakba de niños y no vivieron la Palestina idealizada por sus mayores, reivindicaban su pertenencia y sus derechos a la tierra que Israel les había usurpado. Sus poemas se aprendían de memoria y se recitaban de pueblo en pueblo y en pequeñas reuniones político-literarias, y sus versos se hicieron tan populares que Israel les impedía moverse con libertad y les arrestaba por los motivos más nimios, como ir al pueblo de al lado de fiesta, o no tan nimios, como proclamar que la tierra y ellos estaban ahí antes que esos vecinos que ocupaban ahora sus hogares de antes de 1948.

M.O.: La poesía de resistencia frente a la ocupación no empezó con el genocidio, se remonta a 1948 con la Nakba, y antes aún ¿cómo ha evolucionado en todas estas décadas?

L.G.: La resistencia a la desposesión en sus distintos grados y formas es consustancial a la historia contemporánea de Palestina, y la poesía no es una excepción. Es más, la poesía ha gozado de un particular poder de transformación social y cultural. Y a su vez ha sido transformada por los cambios sociales y políticos. A grandes rasgos, el poeta y crítico Ghassan Zaqtan habla de cuatro movimientos. El primero es la poesía de la Nakba, que dio voz y respondió con urgencia a la conmoción primera y la incredulidad por la desposesión de 1948; la reivindicación de la tierra, el arraigo y la pertenencia al lugar y su lengua serían sus distintivos. El segundo es la poesía de resistencia, la de los grandes autores que pusieron voz a las reivindicaciones nacionales palestinas en los años sesenta y primeros setenta. El tercero es la poesía de la revolución, volcada en la lucha y el canto colectivo, con el protagonismo de los fedayines y los héroes hasta llegar a las intifadas. Y el cuarto sería la poesía de lo cotidiano, que saluda la memoria personal y la experiencia individual y se pregunta por el pasado y el futuro a la luz del fracaso de los Acuerdos de Oslo; con ella se inaugura el siglo XXI. Desde 2023, el genocidio ha abierto nuevos interrogantes a la propia poesía, tanto sobre su función como sobre el camino transitado. Quizá nos hallemos ante una evolución de todos los movimientos anteriores hacia una poesía del sumud más que de la resistencia, de una resiliencia individual, activa y que no deja de mirar a lo colectivo, marcada por la publicación en internet y urgida por la premura compositiva y el imperativo de la comunicación para que la historia no devore a los palestinos y los transforme en simples números.

Palestina/48. Poemas del interior
Luz Gómez
Ediciones de Oriente y el Mediterráneo, 2024

M.O.: A las autoras de Maneras de ser Palestina. Antología de nuevas poetas, les planteaste qué es ser poeta palestina en estos momentos. ¿Qué te respondieron?

L.G.: Fue una pregunta que les hice al tiempo que comentábamos la selección de poemas y que me parecía determinante en este preciso momento histórico, con el genocidio en curso. Todas respondieron rápido y con gran interés. Cada una escribió una breve poética que se recoge en el libro. El conjunto muestra una conciencia común muy presente del valor de la poesía como bien material del pueblo palestino. Si bien coinciden en ello, en la fuerza que tiene la poesía para arraigar a los y las palestinas a su tierra, incluso cuando algunas poetas siempre hayan vivido en la diáspora y jamás la hayan pisado (es el caso, por ejemplo, de Samar Abd al-Jaber cuando habla de Haifa), cada una refleja un sentido de la creación diferente, personal, que marca su singularidad, y todas la reivindican para no ser apisonadas por el marchamo indiscriminado de “ser palestina”, tal vez un mal menor en estos tiempos, pero un gran mal para la cultura en sí, y con ello también para el futuro de Palestina. De ahí el título en plural del libro: “Maneras”, y el Palestina en mayúscula como lugar común de referencia.

Yo diría que estas poetas se diferencian sobre todo en las aproximaciones formales, pues hay poetas, por así decir, más realistas, como Maya Abu al-Hayat o Hind Joudah; y otras que optan por un mayor simbolismo, como Hala Shrouf o Amina Abu Safat; poetas más directas y combativas, como Dareen Tatour; y otras más meditativas, como Asmaa Azaizeh o Mona Musaddar; o plásticas, como Dalia Taha. Todo ello redunda en algo que no hay que olvidar: escribir poesía siendo de Palestina -esto es, de Cisjordania, Gaza, Jerusalén Oriental, la Palestina del Interior/Israel, los campamentos de refugiados o la diáspora- es un acto de afirmación contra el exterminio cultural y mental, lo cual es una parte nada desdeñable del proyecto genocida en curso. Neama Hassan, que escribió su texto tras haber sido desplazada por decimoprimera vez en la Franja de Gaza en abril de 2023, dice: “La poesía en la guerra te traiciona. O te crees el absurdo de la escena o te pones a hacer fotos en todas direcciones que te matan”. Todas estas poetas siguen creyendo.

Entre Rita y mis ojos. Un fusil
Mahmud Darwish
Penguin, 2024

M.O.: ¿Sobre qué escriben hoy bajo la destrucción y el genocidio?

L.G.: Las poetas escriben sobre todo, porque la vida no puede reducirse a los dictados de los genocidas, esa sería su victoria. Escriben sobre la libertad, el amor, la soledad, la maternidad o la trascendencia. Sobre lo que quieren ser y se les niega, como a las más jóvenes, Razan Bannura y Batool Abu Aqleen, pero también a las de generaciones anteriores, como Jumana Mustafa o Rula Sirhán. La ocupación, el apartheid y la violencia sistemática no han conseguido que las palestinas reduzcan su existencia a las condiciones que todo esto impone, si bien no quiero decir que ello no marque buena parte de la existencia de estas poetas, y con ello su obra. Quizá, además de en ciertos temas como la presencia constante de la muerte, la vulnerabilidad, la impotencia o la denuncia, donde más se aprecia la urgencia ante el genocidio es en la forma: en la brevedad del poema, los ritmos sincopados, las metáforas muy visuales y la fragmentación.

M.O.: ¿La poesía ayuda a sobrevivir?

L.G.: La poesía es pura supervivencia, nunca una baratija. Decía Audre Lorde, la poeta afroamericana, que la poesía no es un lujo. Imagino que no conocía la poesía palestina, pero de lo que nos habla es exactamente de lo mismo que supone la poesía en Palestina: la poesía es el armazón arquitectónico de nuestras vidas. Pone las bases para un futuro de cambio, un puente entre nuestros miedos y lo que nunca antes ha sido. En pleno genocidio, Nasser Rabah, poeta gazatí del que recomiendo un libro excepcional, Gaza: el poema hizo su parte (traducción de Alberto Benjamín Pérez Oliva en Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2025), aborda las paradojas de quien sigue escribiendo y preguntándose si el trabajo que la poesía hace (retratar los sentimientos, el silencio y el dolor) tiene sentido, y concluye con un atisbo de esperanza, tan irónico como trascendental (ironía y esperanza son dos señas de identidad muy palestinas). Dice Nasser Rabah: “Si la guerra supiera que está creando tantos buenos poetas, se pegaría un tiro a sí misma”. Hay, pues, que hacérselo saber a la guerra y sus amigos.

M.O.: ¿Qué nos aconsejas para iniciarnos en la poesía palestina, quienes no la conocemos, y para profundizar en ella quienes ya la conocen?

L.G.: Cualquier autor o autora es bueno para empezar, cada uno abre una ventana que luego es fácil saltar para empezar a correr por un campo amplio y lleno de sorpresas. Durante mucho tiempo, los llamados “poetas palestinos de resistencia” (Mahmud Darwish, Samih al-Qásim, Fadwa Tuqán etc.) han sido el primer paso. Pero ellos mismos reconsideraron esa etiqueta, que los reducía como creadores y los sometía a la lógica política del ocupante. Desde comienzos del siglo XXI a sus voces se han sumado las de las nuevas generaciones. Ellos, que eran unos niños en la Primera Intifada (1987), no han conocido más que la agudización de la violencia hasta llegar al genocidio, y su poesía puede ayudarnos a descubrir no solo la historia palestina como una Nakba que no cesa, en expresión de Elias Khoury, sino además y sobre todo, formas de lucha contra la injusticia como causa común de la humanidad. Ese salto de lo local a lo universal, y viceversa, propio de la poesía palestina favorece que tanto los que no la conocen se inicien con facilidad en ella como que los que ya la han leído puedan buscar lecturas nuevas. Si me pides un título concreto para que se inicie el que no ha leído nada, te diría Entre Rita y mis ojos… un fusil (Penguin, 2024), una pequeña antología de Mahmud Darwish pensada con este fin. Y para el que ya conoce la poesía palestina, cualquiera de los libros mencionados antes.

 


 

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