martes, 28 de noviembre de 2023

Cisjordania ya fue objeto de una destrucción deliberada antes de la actual destrucción de Gaza

La destrucción de Palestina y de su pueblo no se inició con la destrucción actual de Gaza y la expulsión de  sus habitantes. Sin remontarnos a la Nakba, en 1948, encontramos episodios igualmente violentos durante las últimas décadas. A continuación incluimos algunas fotos de la vida cotidiana en Cisjordania antes de la creación del Estado de Israel y durante los años en que los palestinos luchaban por hacer prosperar su tierra frente a las ambiciones y las agresiones del Estado sionista y la indiferencia de la comunidad internacional. Pero todo ello cambió, cuando la asfixia a la que los colonialistas israelíes sometían a Cisjordania estalló en la Primera y la Segunda intifadas. Ya entonces Israel impuso los bombardeos indiscriminados contra la población civil y la destrucción de casas y del patrimonio material palestino.

 

Pero desde 1988, con la primera Intifada o levantamiento palestino, la situación se agravó aún más, con la continua intervención de las fuerzas de Ocupación.


Imágenes de destrucción en las ciudades de Jenin y Nablus durante la segunda Intifada en 2002. La ciudad vieja de Nablus fue arrasada por las bombas y las excavadoras israelíes, como se muestra en la cuarta foto, en que un edificio histórico destinado a convertirse en museo fue destruido.

Igualmente, Gaza, antes de las sucesivas intervenciones del ejército israelí y pese a ellas, era un país que su pueblo, la mayoría refugiados anteriormente expulsados de sus tierras, se esforzaba por hacer habitable, como demuestran las siguientes fotos:


 La ciudad de Gaza antes de la Nakba.

Gran-mezquita-de-Gaza-siglo-VII
                                            La Gran Mezquita de Gaza, del siglo VII.


Gaza-aeropuerto-1935-antes-de-la-Nakba
                                    Gaza ya contaba con su propio aeropuerto en 1935.

Avión-de-las-líneas-aéreas-palestinas
Avión de las Líneas Aéreas palestinas. Obsérvese que el nombre de la compañía va escrito en las tres lenguas entonces oficiales.
 

 

Aeropuerto-internacional-de-Gaza-1997
El aeropuerto internacional de Gaza, construido con ayuda internacional de España, Alemania, Suiza, Japón, Arabia Saudí y Marruecos, entre otros, con un coste de 86 millones de dólares, inaugurado por Bill Clinton y Yassir Arafat, en 1998 fue destruido por el ejército israelí entre 2001 y 2002, sin que ninguno de los países que lo sufragaron reclamara al Estado de Israel.

Aeropuerto-internacional-de-Gaza-destruido-por-Israel
                    El aeropuerto internacional de Gaza tras su destrucción por Israel.

El destierro en 1948 y el destierro en 2021.


 

Expulsión-de-los-palestinos-en-la-Nakba-de-1948

 

Palestinos-huyendo-desde-Jerusalén-al-Líbano-en-1948


 

Mujeres-y-niños-huyen-brazos-en-alto-Gaza-2023

Gaza-tras-los-bombardeos-de-Israel-1923



EL HILO DE LA MEMORIA, por TERESA ARANGUREN

Incluimos aquí algunos fragmentos significativos de El hilo de la memoria, el libro recientemente reeditado de la periodista Teresa Aranguren.


El lenguaje es lo primero que hay que conquistar cuando se emprende una batalla, especialmente si la batalla es de conquista. La colonización de Palestina comenzó con la conquista del lenguaje incluso antes que la tierra. No decimos el drama, el exterminio o el expolio palestino sino “La cuestión palestina “, el término que los ingleses acuñaron para dar envoltura burocrática, sesuda y aséptica al proyecto que comenzó a gestarse en Europa a finales del XIX y en virtud del cual se decidió sacrificar el destino de todo un pueblo, que no es sino vidas que tomadas una a una tienen rostro, carne, sangre y nombres y proyectos de futuro y recuerdos y rencillas irresueltas y genealogías familiares con abuelos y bisabuelos enmarcados en fotografías de color sepia en la pared de salón.

Los grandes atropellos de la historia no siempre se cometen por odio, sino por indiferencia hacia el otro. En el odio, el otro, el odiado, está presente, existe, incluso se podría decir que es imprescindible como sostén del odio. La indiferencia despoja de entidad al otro, lo cosifica, lo puede considerar obstáculo o apoyo o ambas cosas a la vez o una y otra sucesivamente, pero siempre lo excluye de la categoría de un “nosotros” dotado de derechos, necesidades, sentimientos y aspiraciones que el otro no tiene. Esa es la base del pensamiento colonial y del racismo. Africanos, indios, árabes, pueblos-cosa para la mentalidad colonial, la que imperó “naturalmente” en Europa hasta la mitad del siglo XX, eran poco más que elementos de un paisaje exótico.

El problema con los árabes de Palestina es que ese paisaje se quería vacío.

Se sabía que había pueblo en Palestina.

Ese era el problema. Un pueblo problema. Cuestión a resolver.

Conquistar el lenguaje. Conquistar la tierra. Vaciar la tierra.


 

Beirut

Todas las ciudades bombardeadas se parecen. Todas convocan el mismo surtido de adjetivos: fantasmagórico, desolador, irreal a veces. En un edificio aún en pie pero sin fachada, un reloj de cocina, pendiendo de una pared abierta al vacío, marcaba una hora inmóvil; en mitad de la calle, a modo de absurdo mobiliario urbano, se exhibía una pila de fregar intacta y llena de cascotes, entre montones de basura humeante y la ausencia de gente. Más que derruidos en montañas de escombros, los edificios de Beirut, edificios de varias plantas, parecían haberse plegado sobre sí mismos, grandes placas de hormigón desprendidas en bloque habían formado extrañas estructuras arquitectónicas, imponentes fortalezas asimétricas diseñadas por un amante del caos.

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La casa estaba llena de cuadros de un estilo como naif. Casi todos tenían el mismo motivo: escenas, calles y barrios de Haifa. Sobre uno de esos cuadros, el pintor nos dijo que podía recitarnos los nombres de cada una de las gentes y las familias que habían vivido en la calle que aparecía minuciosamente dibujada casa a casa y que habían sido sus vecinos y sus compañeros de juegos cuando él era un niño y esa era su calle y Haifa era aún su ciudad.

Su pintura era un modo de combatir el tiempo y salvar la memoria.

¿Sabes? No hay un solo día en el que no recuerde mi casa, casi siempre antes de dormirme me viene a la mente la última imagen que tengo de ella con las gentes del Haganah en el jardín empujándonos a subir al camión. Mi madre tenía macetas de flores en todos los balcones, y yo clavé mi mirada en uno de ellos mientras el camión se alejaba y aún sigo viéndolo, toda mi vida seguiré viéndolo.

El pintor era de familia musulmana y su mujer era cristiana. No tenían hijos. Parecían quererse mucho. Una pareja en el umbral de la vejez que se cuidaban uno a otro.

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Habían acudido al hospital no porque estuvieran heridas sino porque la anciana padecía del corazón y necesitaba tratamiento. Su nieta la acompañaba y la protegía. La pequeña Nahla sujetaba la mano de la abuela y de vez en cuando le daba ligeras palmaditas de ánimo. Con la ayuda de Ibrahim nos explicó la muerte de su familia. No lloró al contarlo, de vez en cuando miraba a su abuela como temerosa de que su relato la hiciese sufrir. Era conmovedoramente responsable y generosa. Nos dijo que la OLP estaba intentando sacarlas de Beirut y enviarlas a Damasco donde ella podría ir a estudiar en un colegio “para huérfanos de los mártires palestinos” y donde su abuela podría vivir sin el pánico de las bombas.

Nahla, de mayor, quería ser médico.

Tuve la certeza de estar ante un ser humano extraordinario, uno de esos seres que, al existir, hacen que el mundo sea más habitable y mejores a aquellos a quienes tocan. Nahla estaba tocada por la gracia.




martes, 21 de noviembre de 2023

Contra el olvido. Una memoria fotográfica de Palestina antes de la Nakba, 1889-1948


 En este video se recoge una selección de las fotos que ilustran el libro de Teresa Aranguren, Sandra Barrilaro, Johnny Mansour y Bichara Khader, prologado por Pedro Martínez Montávez, de quien extraemos las siguientes consideraciones:

Estos seres humanos que nos contemplan fijamente —más fijamente que nosotros a ellos— habitaban un país no extenso —poco más de 20.000 kilómetros cuadrados— en donde vivían —sí, "vivían", en toda la acepción del concepto— alrededor de un millón de habitantes. No menciono estas cifras aproximadas con intención cuantitativa y comparatista, sino justamente con el propósito contrario: cualitativo y fundamental. Y nos preguntamos: ¿cómo esa población, más bien limitada en número y en espacio, resultaba tan sorprendentemente variada, diversa, rica y plural en sus manifestaciones, en sus comportamientos, en sus hábitos de vida, en su vestuario, en sus costumbres, en sus múltiples maneras de existir, de sufrir y de gozar? ... ¿No merecían estas gentes seguir viviendo —eso sí, "viviendo"— como estas imágenes demuestran que vivían? Esta es quizá la pregunta principal, la más dura e incisiva, que nos hacen esos ojos que nos miran fijamente, que no dejan de mirarnos, que seguirán mirándonos hasta cuando hayamos pasado todas las páginas de este libro.

Por su parte, Teresa Aranguren aporta algunas claves para comprender la destrucción de esa Palestina en la que "vivían —sí, vivían en toda la acepción del concepto— sus habitantes" a la que se refería el profesor Montávez:

Fue a finales del siglo xix y sin que los habitantes de la zona tuvieran conocimiento de que sus vidas y su destino colectivo habían adquirido carácter problemático cuando Palestina se convirtió en «La cuestión palestina». El proyecto sionista que comenzó a gestarse en despachos y cancillerías europeas, no solo dibujaba un futuro insospechado entonces para la población árabe de Palestina sino que tenía también que desdibujar su pasado hasta convertirlo en mero preámbulo del futuro Estado judío.
Los primeros colonos del movimiento sionista llegaron a tierra palestina en la década de 1880 cuando la región aún estaba bajo dominio otomano. Se instalaron en la fértil llanura costera al norte de Yafa, en tierras adquiridas por el barón Edmond Rothschild, figura clave en la financiación y promoción del movimiento. Gran parte de esas compras se hicieron aprovechando la legislación de la tierra de 1876 que permitió a la Administración otomana y a algunos grandes terratenientes que residían en Estambul o en Beirut, hacer provechosos negocios, quedándose con las tierras de notables palestinos que no podían pagar los abusivos impuestos del Imperio para revenderlas después a los altísimos precios que Rothschild y la Palestine Jewish Colonization Asociation (pica) estaban dispuestos a pagar.
En esa época la llegada de europeos para instalarse en Tierra Santa no era un fenómeno extraño. Desde mediados de siglo grupos de devotos cristianos y judíos habían emigrado a Palestina atraídos por su reclamo religioso. Las colonias alemanas de la Sociedad de los Templarios que se establecieron en Haifa, Yafa, Jerusalén y otras localidades de la zona o la que un grupo de familias suecas y norteamericanas fundó en un hermoso edificio de Jerusalén —el actual hotel American Colony—, son algunos ejemplos de la huella que aquel flujo de piadosos emigrantes dejó en la zona.
     
Palestina no estaba ni mucho menos cerrada al contacto con los extranjeros. No era una sociedad hostil, ni religiosamente fanática, cuando los primeros colonos del movimiento sionista llegaron allá. Y contrariamente a lo que una eficaz propaganda difundió y sigue difundiendo, la tierra en la que se asentaron ni estaba vacía ni era para nada un desierto.
He aquí la descripción que dos viajeros españoles, José María Fernández Sánchez y Francisco Freire Ferreiro, hacen de la región de Yafa en 1875:

Existen extensos bosques de granados, naranjos, limoneros, manzanos, cañas de azúcar y palmeras. Sus preciosos jardines tienen gran variedad de plantas, huertos con toda clase de legumbres y hortalizas, regados todos con agua sacada de multitud de norias. La naturaleza es prodigiosa… Posee unos extraordinarios jardines que posiblemente dan las primeras naranjas del mundo… Son los mejores naranjales del mundo.

En 1891, el escritor judío ruso Asher Ginsberg, que solía firmar con el seudónimo de Ehad Ha’am, tras realizar un viaje a Palestina escribe:

Tenemos la costumbre de creer, los que vivimos fuera de Israel, que allí la tierra es ahora casi completamente desértica, árida y sin cultivar y que cualquiera que quiera adquirir tierras allí puede hacerlo sin ningún inconveniente. Pero la verdad es muy otra. En todo el país es difícil encontrar campos cultivables que no estén ya cultivados, solo los campos de arena o las montañas de piedras que no sirven para plantaciones permanecen sin cultivar.

Palestina no era un desierto esperando la llegada de colonos extranjeros que lo hicieran florecer. Como en otras regiones de la cuenca mediterránea, había zonas desérticas y zonas de cultivo, algunas muy fértiles y laboriosamente cultivadas por campesinos asentados allí desde generaciones. El desierto por lo demás sigue siendo desierto.

El 9 de diciembre de 1917, tras la rendición de las tropas turcas, el ejército británico, al mando del general Allenby, entró en Jerusalén. Palestina quedó bajo control militar británico hasta que en julio de 1922 la Sociedad de Naciones estableció el Mandato británico sobre Palestina, que incluía el compromiso de la potencia mandataria con la Declaración Balfour, es decir, con la creación de un Hogar Nacional Judío en Palestina.
 

En esa época, según el censo realizado por la Administración británica en 1921, la población de Palestina era de 762000 habitantes, de los cuales el 76,9% eran musulmanes, el 11,6% cristianos, el 10,6% judíos y el 0,9% de otras confesiones. En cuanto a la propiedad de la tierra, solo el 2,4% de la superficie total del país estaba en manos del movimiento sionista.
 

Aunque la sintonía de la Administración británica con los objetivos del sionismo era evidente, los dirigentes y en general la élite cultural de la sociedad palestina aún confiaban en poder convencer al Gobierno de Londres para que atendiese sus reclamaciones y cesase su política de colaboración con los sionistas. Se organizaron comités, comisiones y delegaciones que viajaron a Inglaterra una y otra vez para exponer sus argumentos, dar cuenta del malestar de la población y alertar de los peligros de un estallido de violencia. En carta enviada en 1921 al entonces secretario para Asuntos Coloniales, Sir Winston Churchill, la delegación árabe describía así la situación:

El grave y creciente malestar entre la población palestina proviene de su convicción absoluta de que la actual política del Gobierno británico se propone expulsarlos de su país con el fin de convertirlo en un Estado nacional para los inmigrantes judíos… La Declaración Balfour fue hecha sin consultarnos y no podemos aceptar que ella decida nuestro destino…

El estallido se produjo en agosto de 1929; tras una manifestación de judíos que culminó izando la bandera sionista en el Muro de las Lamentaciones, los musulmanes de Jerusalén se lanzaron a la calle, las protestas se extendieron a todo el territorio y degeneraron en asaltos a los barrios judíos de Hebrón, Safad, Tel Aviv… Durante los disturbios murieron 133 judíos y 116 árabes. Hubo casi mil detenidos y veintiséis (25 árabes y 1 judío) condenados a muerte.

*  *  *  *  *  *  *  * La Gran Revuelta *  *  *  *  *  *  *  *

La agitación antibritánica y antisionista alcanzaba a todos los sectores de la sociedad palestina. También las mujeres se movilizaron, el Primer Congreso de las Mujeres Árabes de Palestina tuvo lugar en 1932, y en los años siguientes delegaciones de mujeres musulmanas y cristianas se entrevistaron con las autoridades del Mandato y viajaron a Londres para presentar las demandas del movimiento nacional.
A mediados de la década de los años treinta, el clima era ya de rebelión total. En mayo de 1936, el Alto Comité Árabe que presidía Haj Amin Al Husseini lanzó un llamamiento a la desobediencia civil y convocó huelga general en todo el territorio. Comenzaba la gran revuelta palestina, la primera Intifada.
La huelga, que paralizó toda la actividad económica y comercial del país, duró seis meses. La revuelta duró tres años. La represión británica dejó un saldo brutal: más de 1000 palestinos muertos, 2500 detenidos, 54 condenados a la horca… Pero parecía que se había conseguido algún logro político. En mayo de 1939, el Gobierno británico publicó el Libro Blanco en el que anunciaba restricciones a la inmigración judía y el compromiso de conceder la independencia a Palestina en un plazo de diez años. Para el movimiento sionista, este giro de la política británica ponía en grave riesgo su proyecto de Estado judío.
 

Pese a que la inmigración y la adquisición de tierras se habían acelerado notablemente en las últimos años, los dirigentes sionistas eran muy conscientes de que no conseguirían más tierras ni su objetivo de convertirse en «mayoría» si no era por medio de la fuerza.
El director del Fondo Nacional Judio, Josef Weitz, lo expresaba claramente en 1940:

La empresa sionista ha hecho un buen trabajo con la adquisición de tierras. Pero así nunca conseguiremos contar con un Estado. El Estado se nos tiene que dar de una sola vez como la salvación —¿no es ése el secreto de la idea mesiánica?—. No existe otra forma de desplazar a los árabes, a todos los árabes. Quizás con la sola excepción de Belén, Nazaret y la ciudad vieja de Jerusalén, no debemos dejar ni un solo poblado, ni una sola tribu.

Entretanto, en Europa se libraba la guerra más atroz, e Inglaterra y los países aliados dedicaban todas sus energías a la lucha contra la Alemania nazi. El destino de la población de Palestina era la última de las preocupaciones del Gobierno británico. Las promesas reflejadas en el Libro Blanco no iban a cumplirse nunca.
Tras la presentación del Libro Blanco, que en cierta medida atendía algunas de las demandas palestinas, los sectores más extremistas del sionismo se declararon en guerra contra las autoridades del Mandato y desencadenaron una oleada de acciones terroristas.
En julio de 1946 el grupo armado sionista, Irgun Zvai Leumi, llevó a cabo la voladura del hotel King David, sede de la Administración británica, 91 funcionarios murieron en el atentado. Seis meses después Gran Bretaña renunció al Mandato sobre Palestina y delegó sus responsabilidades en Naciones Unidas.
 

En noviembre de 1947 la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la resolución de partición de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío. Gran Bretaña se abstuvo en la votación. El plan otorgaba el 57% del territorio al futuro Estado judío y un 43% al Estado árabe.
La población de Palestina en ese momento era de 1972000 habitantes de los cuales 608000, una tercera parte, eran judíos. El 47,7% de las tierras eran propiedad árabe, un 6,6% propiedad judía, el 46% restante eran tierras comunales y públicas.
El Estado judío no sería posible si no se vaciaba el territorio de su población árabe. 

Jeremy Corbyn, al recibir una copia de la edición inglesa de Contra el olvido. Una memoria fotográfica de Palestina antes de la Nakba:

«No dejaré de hablar en nombre de los palestinos oprimidos y espero que publicaciones como ésta contribuyan en gran medida a promover su causa».

 

Jeremy-Corbyn-Against-Erasure-A-Photographic-Memory-of-Palestine-before-the-Nakba
Jeremy Corbyn se hace eco de la publicación en inglés por Haymarket Books de Against Erasure: A Memory Photographic of Palestine before the Nakba.
 

ÉRASE UNA VEZ PALESTINA

La periodista Francesca Gnetti se hace eco de la publicación de la edición inglesa de Contra el olvido. Una memoria fotográfica de Palestina antes de la Nakba.

C’era una volta la Palestina

Francesca Gnetti, giornalista di Internazionale

27 marzo 2024

 

Unión-de-Mujeres-Árabes-de-Ramala
Grupo de mujeres trabajando en la sede de la Unión de Mujeres Árabes de Ramala. Fotografía tomada en la década de 1930.

Sono alcune delle immagini contenute nel libro Against erasure: a photographic memory of Palestine before the Nakba, appena uscito nel Regno Unito per la casa editrice Haymarket books, dopo una prima pubblicazione in Spagna, e curato dalla fotografa Sandra Barrilaro e dalla giornalista Teresa Aranguren, entrambe spagnole, con una profonda conoscenza del conflitto israelo-palestinese. È una testimonianza visiva della società palestinese prima del 1948, quando centinaia di migliaia di persone furono costrette a lasciare le loro case e le loro terre in seguito alla creazione dello stato d’Israele, in quella che i palestinesi chiamano Nakba, catastrofe. È una società ricca, sfaccettata, moderna. Le fotografie – raccolte soprattutto dagli archivi di famiglia grazie ad anni di lavoro dello storico Johnny Mansour, che vive ad Haifa – ne mostrano tanti aspetti: il lavoro (agricoltura, pesca, artigianato), la sanità (medici e infermieri, pazienti, strutture) e la vita sociale, con persone di diverse estrazioni e provenienze ritratte in posa o nella quotidianità. Ci sono ritratti individuali e di gruppo: squadre di calcio, classi e gite scolastiche, formazioni politiche, familiari, amici e colleghi.

 

Sono gli anni tra la fine dell’impero ottomano e il dominio britannico sulla Palestina. Anni di grandi trasformazioni e turbolenze, in cui i segni della catastrofe futura erano già visibili all’orizzonte. “Lunga vita alla Palestina”, si legge su una bandiera nera issata nel bazar di Gerusalemme il 2 novembre 1917, il giorno in cui fu firmata la dichiarazione di Balfur, che prevedeva di creare una “dimora nazionale per il popolo ebraico” in Palestina all’indomani della prima guerra mondiale. Quel giorno i negozi del bazar restarono chiusi in segno di protesta, come mostra una foto in cui si vede una fila di portoni di legno sbarrati. Vent’anni dopo la popolazione palestinese insorse contro le politiche britanniche e l’aumento dell’immigrazione ebraica. La rivolta durò tre anni, dal 1936 al 1939, e fu repressa con violenza dalle truppe britanniche, come illustrano le fotografie dei soldati tra le macerie delle case fatte saltare in aria a Jaffa e degli abitanti che rovistano in cerca delle loro cose nelle cittadine di Lidda (oggi Lod) e Halhul.

Durante i ventisei anni di mandato britannico (dal 1922 al 1948), varie ondate di immigrazione ebraica trasformarono la composizione demografica della Palestina. Nel 1947 gli ebrei formavano ormai il 33 per cento della popolazione totale, anche se possedevano ancora solo il 6,6 per cento del territorio. Dopo la seconda guerra mondiale decine di migliaia di sopravvissuti all’Olocausto emigrarono in Palestina, incoraggiati da un movimento sionista sempre più forte. Nel novembre 1947 le Nazioni Unite approvarono un piano che prevedeva la divisione della Palestina in due stati, uno per la popolazione ebraica e uno per quella araba, e l’amministrazione della città di Gerusalemme da parte di un’entità internazionale speciale. In seguito le forze britanniche si ritirarono dalla Palestina e Israele dichiarò l’indipendenza il 14 maggio 1948. Così scoppiò la prima guerra arabo-israeliana, nella quale Egitto, Iraq, Giordania, Libano e Siria invasero Israele, che vinse il conflitto e conquistò il 77 per cento del territorio palestinese.

Durante la guerra e nel periodo precedente le milizie israeliane cacciarono circa 750mila palestinesi dalle loro case e ne uccisero almeno 15mila. Il libro Against erasure documenta lo spopolamento di 418 villaggi palestinesi durante la Nakba. Furono completamente distrutti o ci andarono a vivere nuovi abitanti ebrei, che cambiarono i nomi dei luoghi in quello che lo storico palestinese Saleh Abdel Jawad ha definito “sociocidio”. In una delle introduzioni al volume, Bichara Khader, esperto di mondo arabo dell’università di Louvain, in Belgio, ricorda che il termine si riferisce alla “distruzione totale dei palestinesi, non solo come entità politica o come gruppo politico nazionale, ma come persone”, accompagnata da un “memoricidio”, la cancellazione della memoria individuale e collettiva.

Una memoria che invece è riaffermata e valorizzata nelle pagine del libro, fotografia dopo fotografia. Per ricordare, come commenta lo scrittore, poeta e attivista palestinese Mohammed el Kurd nella prefazione, che “la storia della Palestina non è cominciata con la fuga”. E anche per sfidare la narrazione dominante e il “brutale revisionismo” che ha raccontato la Palestina come una terra “senza popolo” o con abitanti privi di radici, nomadi e sottosviluppati. E soprattutto, conclude El Kurd, per “fermare la mistificazione della Nakba architettata dal punto di vista culturale e politico che, per generazioni, ha fatto sembrare il suo annullamento talmente remoto da essere impossibile”.

Il libro mostra anche immagini della Nakba: gli antichi palazzi della città vecchia di Haifa demoliti dalle truppe israeliane; alcune ragazze che trasportano pochi averi sulle carrozzine mentre lasciano Jaffa; una lunga colonna di camion pieni di profughi che da Gaza si dirigono verso Hebron; folle che dalla spiaggia di Gaza cercano di salire a bordo di piccole barche che stanno per salpare verso il Libano e l’Egitto. E poi si vedono i primi campi profughi: Nahr el Bared, nel nord del Libano; Aida, vicino Betlemme; Qalandia, tra Gerusalemme e Ramallah, dove all’inizio degli anni cinquanta alcune ragazze giocano a basket con un canestro improvvisato in un terreno ancora incolto e disabitato.

Forse, come molte persone della loro generazione, pensavano che l’esilio sarebbe stato temporaneo, che il diritto al ritorno nelle loro case e nelle loro terre, riconosciuto anche dalla risoluzione 194 approvata dall’assemblea generale dell’Onu nel dicembre 1948, sarebbe stato garantito. Invece ora, 76 anni dopo, si rischia una nuova Nakba nella Striscia di Gaza, dove più di 32mila persone sono state uccise e più di un milione sono state costrette a lasciare le loro case dopo l’inizio dell’operazione militare israeliana in risposta all’attacco di Hamas nel suo territorio il 7 ottobre 2023. E aumentano le violenze dei coloni e dell’esercito israeliano in Cisgiordania, dove negli ultimi mesi sono stati uccisi più di quattrocento palestinesi.

Di fronte a queste nuove atrocità è bello immergersi nelle immagini di una Palestina senza muri di separazione, senza insediamenti illegali, senza checkpoint. Una Palestina dove tutti i suoi abitanti erano liberi di muoversi, studiare, lavorare e amare. Tre immagini raccolte nel volume mostrano i passaporti appartenenti agli Al Farra, una famiglia cristiana di Haifa che amava molto viaggiare. Durante l’assedio e il bombardamento della città, nell’aprile del 1948, gli Al Farra cercarono rifugio nella loro casa di campagna sul monte Carmelo. Una foto li ritrae intorno a un tavolo sotto agli ulivi. Rimasero lì per due anni e poi tornarono ad Haifa, dove trovarono la loro casa occupata da una famiglia ebrea. I documenti furono emessi nel 1944 sotto il mandato britannico. C’è scritto “Passaporto di Palestina” in inglese, arabo ed ebraico.

Artículo completo en Internazionale

 






 


viernes, 10 de noviembre de 2023

Libros con Palestina: declaración en solidaridad con Gaza, 2023

 COMUNICADO PÚBLICO

Libros con Palestina: declaración en solidaridad con Gaza, 2023


Una tormenta de fuego y odio castiga a Palestina. Miles y miles de personas pierden todos los días en Gaza sus hogares, escuelas, hospitales... sus vidas. Un inmenso dolor se añade al de siempre, el que comenzó hace 75 años con la expulsión en masa de un millón de habitantes para crear por la fuerza militar el Estado de Israel en 1948. No es solo una guerra, es pura limpieza étnica, es un genocidio.

En "Libros contra la Guerra", una red de librerías y editoriales puestas en pie contra las guerras que reune a una multitud de proyectos culturales comprometidos con la desmilitarización social, la justicia y la veracidad, nos negamos a ser parte del encubrimiento sistemático de décadas de colonización israelí que ha arrastrado a Palestina a una desgracia infinita. Hoy presenciamos un nuevo capítulo de la "Nakba", de la catástrofe, con las fuerzas de ocupación israelíes cometiendo ataques aéreos mortíferos en la Franja de Gaza, intensificando su bloqueo ilegal que dura ya 16 años, cortando el suministro de agua, combustible y otros bienes esenciales. Además, las fuerzas israelíes han detenido a más de 2.000 personas en la Cisjordania ocupada incrementando el uso de la tortura y otros malos tratos y negando a quienes detienen y a las presas en cárceles israelíes —6.800 personas— el acceso a visitas familiares y a ayuda médica. Mientras escribimos esta declaración, 1,5 millones de habitantes de Gaza, la mayoría refugiadas allí por agresiones israelíes anteriores, han sido desplazadas de sus casas a medida que el bloqueo israelí las priva de alimentos, agua, combustible y suministros médicos básicos, y más de 10.000 han sido asesinadas en todo un mes de bombardeos, 4.200 menores de edad, niñas y niños. Hoy, en un contexto occidental de auge del fascismo, hacemos un llamamiento a la honestidad sobre el pasado y el presente. Exigimos libertad y justicia para Palestina.

En este momento crítico, debemos utilizar todas nuestras herramientas culturales para detener el exterminio de Palestina y sus gentes. Los crímenes del Estado de Israel se apoyan en la destrucción progresiva de la memoria palestina, incluida la destrucción de archivos de su historia, y en una ola creciente de desinformación, la última de una larga campaña para normalizar los asentamientos y la violencia israelíes y, finalmente, conseguir adueñarse de todas las tierras palestinas. Quienes vivimos en países con gobiernos aliados de Israel tenemos la obligación especial de fortalecer el conocimiento público sobre la colonización de Palestina y sus dramáticas consecuencias, y luchar contra el olvido premeditado, la desinformación y la mentira.

Llamamos a:
- Informarse sobre el contexto histórico y las causas fundamentales de los acontecimientos actuales.
- Desconfiar de la supuesta neutralidad informativa. Muchas fuentes de noticias se esfuerzan por presentar las afirmaciones de cada «parte» sin una investigación o contexto independiente, lo que permite propagar la desinformación y encubrir la naturaleza de los acontecimientos actuales.
- Manifestarse contra la censura y apoyar a quienes quieren silenciar por hablar con honestidad sobre la situación en Palestina arriesgando sus profesiones y derechos.
- Que se defienda el derecho a la información y, en coherencia, se restablezca el acceso a Internet en Gaza, junto a todas las demás disposiciones humanitarias.
- Frenar la propaganda de guerra israelí con el desarrollo de programas y actividades en cualquier ámbito cultural y educativo o de enseñanza que incluyan voces palestinas y corrijan narrativas distorsionadas.
- Respaldar la campaña Palestina de «Boicot, desinversión y sanciones» (BDS) que busca presionar al Gobierno israelí para que cumpla con los estándares de derecho internacional, recomendaciones y resoluciones de organismos internacionales como las Naciones Unidas.
- Participar en las movilizaciones de protesta y solidaridad con Palestina.

Exigimos:
- Que nuestro gobierno denuncie con rotundidad las contravenciones israelíes del derecho internacional, las persiga judicialmente por tratarse de crímenes de lesa humanidad, y en coherencia, ponga fin al comercio de armamento con Israel. Solo en 2023, el Reino de España ha comprado material militar a Israel por valor de 300 millones de euros, unido a otros 700 millones comprometidos en adquisición de armamento para los próximos años.
- La entrada inmediata de ayuda humanitaria a Gaza, el cese de los ataques y el fin definitivo del asedio.
- El fin total y completo de la ocupación israelí y el respeto al derecho al retorno de todas las personas palestinas exiliadas.

La libertad en Palestina está estrechamente vinculada a la lucha global contra el racismo y la creciente islamofobia, estas fuerzas se interponen en el camino hacia la liberación mundial. Como proyectos culturales que nos esforzamos por fomentar el diálogo, el aprendizaje y el pensamiento crítico, derribar estas barreras es nuestro mayor deseo. Necesitamos estrategias y tácticas que funcionen a largo plazo, que puedan guiarnos en la acción de forma efectiva. Desde esta perspectiva, nos comprometemos a difundir voces de todas las procedencias que exigen una solución política y noviolenta del conflicto, incluso cuando esta parece estar más lejos y cuando desde los poderes estatales y los grandes medios de comunicación siguen empeñados en hacernos creer que todo empezó el pasado 7 de octubre. Creemos que es posible analizar las causas y las consecuencias de lo que está pasando sin asumir con resignación que la violencia es la única solución posible. La ocupación y la guerra para perpetuarla es un crimen contra la humanidad. ¡Del río al mar, Palestina será libre!".

11 de noviembre de 2023

Libros-con-Palestina


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NOTA: Adjuntamos la imagen que usaremos a modo de símbolo de esta campaña cultural.
Se trata de una adaptación realizada para la ocasión de Handala, el personaje icónico del dibujante palestino Naji al Ali (1938-1987), asesinado de un disparo en el rostro en Londres donde vivía exiliado.
Handala representa a un niño refugiado palestino, empobrecido y descalzo, que nos da la espalda mientras es testigo de la ocupación y de la violencia israelí. Handala es una representación simbólica de quien lo creó y de quienes sufren lo mismo, nació con diez años y siempre tendrá diez años. Esa es la edad que su autor tenía cuando salió a la fuerza de Palestina y sólo crecerá cuando regrese a su tierra. Las normas de la naturaleza no se cumplen en Handala, porque su vida sólo será natural cuando pueda volver a su hogar.
Su nombre proviene de Al Handal, el nombre árabe de una planta de raíces tan profundas que siempre vuelve a crecer aunque la arranquen y que da un fruto tan amargo que ni los animales más hambrientos del desierto lo comen, encarna la amargura, la resistencia y la dignidad.

Resistir en Gaza, por Teresa Aranguren

 Resistir en Gaza, por Teresa Aranguren


“Lo peor es no estar con los tuyos y escuchar que están bombardeando el barrio y que tu casa familiar ha sido destruida y que alguien muy cercano a ti figura entre los heridos o los muertos”.

“Esta maldita guerra terminará y nuestra casa no volverá a nosotros y nosotros no volveremos a casa. Las fuerzas de ocupación israelíes la han bombardeado y la han destruido por completo. Esto no significa en absoluto que la casa ya no sea el espacio para nuestros sueños, nuestro amor, nuestra amistad, nuestros gritos, nuestro miedo, nuestro aburrimiento, nuestra ansiedad, nuestras canciones, nuestras mochilas de la escuela, nuestras ideas, nuestras risas, nuestras conversaciones y nuestras diferencias. La casa seguirá siendo el lugar que acoge todo lo que sentimos y pensamos. Quien construyó esta casa construirá otras una y otra vez. Somos tan duraderos como lo ha sido el olivo durante miles de años, sobreviviendo hasta nuestro último aliento. Pese a todo lo que está ocurriendo y lo que va a ocurrir, nunca nos rendiremos, seguiremos aquí firmes en nuestra tierra, renaceremos de los escombros como el ave Fénix, permaneceremos aquí como el olivo con sus raíces en la tierra y sus ramas acariciando el cielo…”.

Olivo-símbolo-de-Palestina


Este texto lo escribe Muhammad Salha, amigo de mi hijo David, quien todas las mañanas le envía un WhatsApp para saber si sigue vivo. Casi siempre contesta con un escueto “aún vivos” pero, de vez en cuando, envía un texto como el que encabeza este artículo, es su modo de romper el cerco que los mantiene incomunicados y aislados del mundo y es también un mensaje de resistencia. A veces tarda varios días en contestar al WhatsApp de David y entonces la duda es si su silencio se debe a falta de batería para el móvil o de aliento para seguir respirando.

Muhammad Salha ha cumplido ya los 40 años, está casado, tiene cinco hijos, los dos mayores de un anterior matrimonio, los otros tres del actual. Desde que comenzaron los bombardeos ha perdido a 12 familiares y a casi todas sus amistades, entre ellas su exesposa con quien mantenía una relación muy estrecha. Es un amante del teatro y de toda actividad artística, una especie de promotor cultural que, en 2014, tras los bombardeos israelíes de aquel verano (más de 2.500 muertos, un tercio de ellos niños) organizó, en colaboración con una oenegé de Cataluña, una gira de payasos, entre ellos mi hijo, por la devastada ciudad de Gaza. De aquella gira proviene su amistad.
La casa de Muhammad, construida, según sus palabras, a la medida de sus sueños y su amor, estaba en un barrio de clase media de la ciudad de Gaza, pero, tras el inicio de los bombardeos, decidieron abandonarla y trasladarse a la vivienda de unos parientes en una zona que parecía un poco más segura, si es que el término “segura” tiene algún sentido ahora en Gaza. Dos días después de su traslado, la casa fue bombardeada.

Entonces escribió ese texto que envió por WhatsApp a David y cuya última frase es toda una declaración de vida, de amor a la vida. Y a la tierra. “Cuando todo esto pase, nos quedaremos aquí hasta que el dolor desaparezca, viviremos aquí y la música será dulce”.

Como ya no hay trabajo que no sea el de sobrevivir o ayudar a que otras personas sobrevivan, Muhammad acude todos los días al hospital Shifa, el más importante de Gaza, para ayudar al exhausto personal sanitario que, sin apenas medicamentos ni material sanitario, trata de hacerse cargo no solo de las personas enfermas y heridas sino de las más de 12.000 desplazadas que han buscado refugio en las inmediaciones del centro hospitalario, con la vana esperanza de que las bombas respeten ese lugar destinado a paliar el dolor y combatir a la muerte. En realidad, el hospital Shifa y todos los hospitales de la zona norte y de la ciudad de Gaza están amenazados por el Ejército israelí. La orden es “evacuad el hospital y marchad todos hacia el sur, si no lo hacéis, moriréis porque vamos a bombardear el edificio”.
El método se parece demasiado al que en 1948 emplearon las milicias armadas del movimiento sionista para expulsar a la población palestina de sus tierras. La fórmula, tal como lo han explicado en más de una ocasión militares israelíes que participaron en aquellas operaciones, consistía en rodear una localidad y lanzar con altavoces este mensaje: “Abandonad vuestras casas inmediatamente, tenéis dos horas para salir del pueblo, si no os pasará lo mismo que a los de Deir Yassin”*. 75 años después, la historia se repite.

Veo en las noticias la imagen atroz de hombres escarbando la tierra con las manos y sacando de entre los escombros cuerpos ensangrentados de niños y niñas. Uno de esos hombres con el rostro casi blanco por el polvo grita a cámara: “Mi abuelo ya vivió esto mismo, pero ahora no nos iremos, aunque nos maten a todos, no nos iremos”.

Lo que el Ejército israelí está llevando a cabo en Gaza no es una operación para acabar con Hamas, al menos no es ese su único ni siquiera su principal objetivo; la estrategia de exterminio y terror que el Ejército israelí está llevando a cabo en Gaza tiene como objetivo “vaciar” de población palestina la mitad norte de la Franja y anexionarse el territorio. Si nadie lo impide y no parece que nadie vaya a impedirlo, Gaza será reducida a escombros y de la noche a la mañana cerca de un millón de personas se convertirán en refugiadas. Porque ahora, como entonces, Israel no permitirá que regresen a sus hogares. Y ahora, como entonces, el crimen de lesa humanidad de la limpieza étnica quedará impune.

Wafaa Abu Hajjaj tiene 33 años, está soltera y es periodista freelance. Vive en la ciudad de Gaza, cerca del hospital Shifa, el más importante de la Franja y ha decido quedarse allí, haciendo su trabajo de periodista. “Quiero recopilar los testimonios de la gente que ha venido hasta aquí buscando un lugar más seguro. Hay miles de personas instaladas en las cercanías del hospital, muchas ya no tienen un hogar donde refugiarse porque sus casas han sido destruidas por las bombas, otras han llegado trayendo varios familiares heridos… Desde que un portavoz del Ejército israelí anunció que el hospital era objetivo militar y que tenía que ser evacuado y que toda esta gente tenía que ir hacia el sur, sabemos que en cualquier momento pueden bombardearnos, pero nos quedamos aquí… Vamos a continuar informando, ese es nuestro mensaje, pase lo que pase voy a seguir filmando, pese a los continuos apagones, las desconexiones de internet y de la telefonía, voy a seguir filmando y enviando al mundo las escenas que muestran los crímenes de la ocupación, voy a seguir contando al mundo lo que está pasando…”, cuenta.

Desde el inicio de la ofensiva israelí en Gaza, 34 periodistas de Palestina han muerto por disparos o bombas del Ejército israelí. No hay prensa occidental en el interior de la Franja, Israel impide la entrada de periodistas. No es algo excepcional, cerrar el paso de los medios de comunicación a la zona donde va a realizar una operación militar es práctica habitual del Ejército israelí. Y no ocurre solo en la bloqueada Gaza.

En el año 2002 durante una operación militar que Israel denominó “cinturón defensivo”, casi todas las ciudades de Cisjordania, Ramalla, Nablus, Tulkaren, Jenín, Belén, permanecieron durante semanas ocupadas por el Ejército israelí, sometidas a toque de queda y totalmente aisladas del mundo. Ni Cruz Roja, ni organizaciones humanitarias, ni representantes de Naciones Unidas, ni cuerpo diplomático ni por supuesto los medios de comunicación pudieron entrar. La única forma de saber lo que ocurría era hablar por el móvil con alguien de dentro de la ciudad. Así supimos que gran parte del campo de refugiados de Jenín estaba reducido a escombros y que había heridos desangrándose en las calles que nadie podía socorrer porque francotiradores del Ejército disparaban a todo el que salía de casa. Pero los móviles de entonces servían para hablar y poco más, no tenían cámaras para filmar lo que estaba pasando, así que de aquella operación atroz en Cisjordania no hay imágenes. Y aunque las investigaciones de organismos como Human Rights Watch dieron cuenta de graves crímenes de guerra cometidos por el Ejército israelí, nada de aquello se vio. La imagen de una joven enfermera muerta junto al cuerpo del herido al que intentó socorrer o la del anciano en silla de ruedas que enarbolaba una banderita blanca y cuyo cadáver tiroteado fue aplastado después por un tanque israelí no recorrieron las redacciones de los medios y no conmovieron a la opinión pública porque esas imágenes no existen, existe el testimonio y el relato, pero no la imagen del crimen. Por cierto, en Cisjordania no actuaba Hamás.

“Lo peor es no estar con los tuyos y escuchar que están bombardeando el barrio y que tu casa familiar ha sido destruida y que alguien muy cercano a ti figura entre los heridos o los muertos”, escribe Wafaa Abu Hajjaj en el último mensaje recibido, poco antes de que las conexiones a internet y la telefonía móvil fueran bloqueadas por Israel durante varios días.

Entre el 7 de octubre y el 5 de noviembre, más de 10.000 personas han sido asesinadas y más de 22.911 han resultado heridas, según datos Según el Ministerio de Salud Palestino. A esta cifra se suman las 2.000 personas reportadas como desaparecidas, presumiblemente bajo los escombros de edificios destruidos, entre ellas 1.100 niños y niñas. La UNRWA (Agencia de Naciones Unidas para los y las refugiadas palestinas) informa de 690.000 personas desplazadas que han buscado refugio en 149 instalaciones de UNRWA en toda la Franja, de ellas unas 160.000 se alojan en 57 edificios de UNRWA en el norte y en ciudad de Gaza, donde el Ejército israelí prohíbe la llegada de ninguno de los pocos camiones que entran por el paso de Rafah, fronterizo con Egipto. La agencia advierte que ya no puede prestar servicio a las personas refugiadas en esa zona. Israel impide la entrada de combustible indispensable para el funcionamiento de los hospitales y las desaladoras de agua.
Hace varios días que no llega ningún mensaje de Muhammad. Tras el gran apagón informativo por la desconexión de internet y la telefonía móvil, las comunicaciones se han restablecido con dificultades. Quiero creer que esa es la razón de su silencio.

Este es su último mensaje: “Durante un momento perdí mi humanidad y empecé a pensar en tomar venganza y deseé matar a aquellos que nos están haciendo esto porque mis sentimientos están confusos y no puedo controlar mis emociones. Pero prefiero seguir siendo Muhammad, el ser humano, Muhammad el que rechaza la violencia, Muhammad el padre cariñoso, el amigo fiel, el compañero divertido. Soy un ser humano y seguiré siendo un ser humano”.

La estrategia de exterminio sigue adelante ante los ojos del mundo. Quizás dentro de diez o veinte años, muchos se pregunten ¿cómo fue posible aquello?, ¿cómo lo consintieron?, ¿cómo nadie paró el genocidio?

Y no podremos decir, como en otro tiempo se dijo en Europa, que no sabíamos.

Artículo completo en Pikara Magazine

martes, 7 de noviembre de 2023

BIBLIOTECARIOS Y ARCHIVEROS CON PALESTINA SE SOLIDARIZAN CON GAZA DESDE ESTADOS UNIDOS

 Bibliotecarios y archiveros con Palestina: Declaración sobre Gaza 2023

Estamos siendo testigos de un genocidio en Palestina. 75 años después de la Nakba, la expulsión masiva de casi un millón de palestinos de sus hogares para crear el Estado de Israel en 1948.



Como grupo de libreros, bibliotecarios, archiveros y otros trabajadores de la información comprometidos con la justicia en Palestina, hemos trabajado para comprender cómo se ha distorsionado la historia para encubrir décadas de colonización israelí. Visitamos los restos de la aldea norteña de Saffourieh, una de los cientos de aldeas arrasadas para destruir la memoria de sus habitantes. Escuchamos a nuestros colegas palestinos hablar sobre la destrucción de sus archivos y su lucha por preservar los documentos comunitarios que conectan a los palestinos con su tierra. Hoy somos testigos de un nuevo capítulo de la Nakba, cuando las fuerzas de ocupación israelíes llevan a cabo ataques aéreos en la Franja de Gaza y ahora también en Cisjordania. En el momento de escribir este artículo, 1,5 millones de residentes de Gaza, la mayoría de los cuales son refugiados de agresiones israelíes anteriores, han sido desplazados de sus hogares a medida que el bloqueo los priva de alimentos, agua, combustible y suministros médicos esenciales. Hoy hacemos un llamamiento a la honestidad sobre el pasado y el presente. Por encima de todo, pedimos libertad y justicia para los palestinos.

La lucha inquebrantable del pueblo palestino por la libertad está respaldada por la memoria colectiva palestina que décadas de exilio y represión no han logrado erradicar. Este recuerdo se conserva en las llaves de las casas que todavía llevan al cuello, en historias orales y archivos familiares, en las obras de artistas y escritores, y en los llamamientos de los refugiados que resuenan hoy en todo el mundo. Junto a todos aquellos que preservan y honran esta historia, ofrecemos especial solidaridad a nuestros colegas bibliotecarios y archiveros en Palestina.

En este momento crítico, debemos utilizar nuestras herramientas como trabajadores de la información. El apoyo a las actuales acciones de Israel se basa en una creciente ola de desinformación, la última de una larga campaña para normalizar los asentamientos y la violencia israelíes. Aquellos de nosotros que vivimos en países que apoyan a Israel tenemos la obligación especial de fortalecer nuestro conocimiento de los medios de comunicación y combatir la desinformación.

Hacemos un llamamiento a todos a tomar las siguientes medidas:

  •      Informarse sobre el contexto histórico y las causas fundamentales de los acontecimientos actuales para que vuestras acciones y palabras estén bien documentadas.
  •      Desconfiar del “sesgo de neutralidad”. Muchas fuentes de noticias se esfuerzan por presentar las afirmaciones de cada “parte” sin una investigación o contexto independiente, lo que permite propagar la desinformación y encubrir la naturaleza de los acontecimientos actuales.
  •      Manifestarse contra la censura y apoyar a los académicos, activistas y periodistas que han hablado sin tapujos sobre la situación en Palestina y arriesgan pérdidas profesionales y maniobras para silenciar sus voces.
  •      Mantener estas difíciles conversaciones con vuestra comunidad y denunciar el trato que Israel da a los palestinos.


Recomendamos
Descolonizar Palestina como un punto de partida accesible para aprender más sobre Palestina. Los bibliotecarios y archiveros de Palestina han desarrollado una lista de recursos para fuentes de información y estudios adicionales.

Finalmente, afirmamos que la libertad en Palestina está estrechamente vinculada a la lucha global contra el racismo y el imperialismo. Estas fuerzas se interponen entre nosotros y un mundo en el que todas las personas puedan intercambiar información e ideas. Como trabajadores de la información que nos esforzamos por fomentar el diálogo y el aprendizaje, derribar estas barreras es nuestro mayor deseo. Desde esta perspectiva, apoyamos firmemente el derecho de todas las personas a resistir la opresión.

En apoyo a nuestros colegas en Palestina, en apoyo al pueblo palestino y en apoyo de la justicia para todos, formulamos las siguientes demandas:

  •      Exigimos que se defienda el derecho a la información como un componente esencial de la libertad humana y pedimos a los grupos de derechos humanos y agencias gubernamentales que presionen para restablecer el acceso a Internet en Gaza, junto con otras disposiciones humanitarias.
  •     Instamos a la comunidad internacional de trabajadores de la información a que respalden el llamamiento palestino al boicot, la desinversión y las sanciones (BDS) y que los trabajadores estadounidenses conozcan los intentos de legislar contra el BDS, que constituyen serias amenazas a los derechos de la Primera Enmienda.
  •      Hacemos un llamamiento a todos los trabajadores de la información para que se informen sobre la propaganda de guerra israelí y se esfuercen en combatirla mediante acciones como el desarrollo de colecciones, programación pública y enseñanza universitaria que incluyan voces palestinas y corrijan narrativas distorsionadas.
  •      Insistimos en que nuestros gobiernos pongan fin a la ayuda militar a Israel, al encubrimiento diplomático de las contravenciones israelíes del derecho internacional y a todas las demás formas de apoyo a la ocupación de tierras palestinas.
  •      Exigimos la entrada inmediata de ayuda humanitaria a Gaza, el cese de los ataques y el fin definitivo del asedio.
  •      Exigimos el fin total y completo de la ocupación israelí y el respeto al derecho al retorno de todos los palestinos.


Sólo aplicando estas condiciones se podrá lograr una paz justa y duradera.


Apoyo:

Asociación de bibliotecas abolicionistas

Biblioteca gratuita Tamarack (Oakland, CA)

Bibliotecarios y Archiveros con Palestina (LAP) es una red de bibliotecarios, archiveros y trabajadores de la información que se solidarizan con la lucha palestina por la autodeterminación. Nuestra red está formada por miembros individuales, un comité directivo y un consejo asesor. Cualquier bibliotecario, archivero o trabajador de la información que acepte nuestros principios puede unirse a la red y luego tendrá la oportunidad de unirse a grupos de trabajo y ayudar con diversos proyectos a corto plazo y en curso. Nuestro comité asesor palestino incluye bibliotecarios, archiveros, trabajadores de la información y activistas que trabajan en bibliotecas públicas, bibliotecas universitarias, archivos, museos y ONG que trabajan en temas que van desde los derechos de los prisioneros hasta la preservación de la memoria cultural.

Fuente: Bibliotecarios y archiveros con Palestina

jueves, 2 de noviembre de 2023

Más de ocho mil artistas de todo el mundo expresan su solidaridad con los palestinos

 

La comunidad artística es diversa y cruza fronteras, nacionalidades, fe y sistemas de creencias. Como artistas, escritores, curadores, cineastas, editores y trabajadores que crean el núcleo en torno al cual giran las instituciones y organizaciones, debemos garantizar que estos sean espacios no sólo seguros, sino también humanos.

Apoyamos la liberación de Palestina y exigimos que cesen los asesinatos y ataques contra todos los civiles, que se establezca un alto el fuego inmediato, que se entregue ayuda humanitaria a Gaza y que nuestros órganos de gobierno dejen de ser cómplices de graves violaciones de derechos humanos y crímenes de guerra.

Exigimos que se rompa de inmediato el silencio institucional en torno a la actual crisis humanitaria a la que se enfrentan 2,3 millones de palestinos en la ocupada y asediada Franja de Gaza. En palabras del Coordinador Humanitario Residente de las Naciones Unidas para el Territorio Palestino Ocupado, “esta es la pérdida de nuestra humanidad si la comunidad internacional permite que esto continúe. Lo que vemos hoy es simplemente inhumano”.

El silencio en este período de crisis y escalada del genocidio no es una posición políticamente neutral. En los últimos años se han dado pasos importantes para abordar institucionalmente la cuestión de la justicia social y la desigualdad. Sus programas artísticos se benefician de estas políticas. Ahora exigimos que continúen y se amplíen para reconocer los crímenes contra la humanidad a los que se enfrenta el pueblo palestino.

Amnistía Internacional, las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud y Action Aid han condenado los continuos bombardeos de Gaza, así como los asesinatos y el desplazamiento forzado de sus residentes. Estas organizaciones, entre otras, han indicado que el castigo colectivo infligido a los civiles en Gaza -que incluye el asesinato de trabajadores humanitarios, periodistas y médicos, así como la destrucción de todas las infraestructuras y recursos vitales, cortes de agua, alimentos, electricidad y medicinas– equivale a un crimen de guerra.

Hay abundantes pruebas de que estamos siendo testigos del desarrollo de un genocidio en el que las ya precarias vidas de los palestinos se consideran indignas de ayuda, y mucho menos de derechos humanos y justicia. Con total impunidad, Israel ya ha cometido tres de los cinco actos definidos por la convención de las Naciones Unidas sobre genocidio. Como escribe el historiador israelí y estudioso del genocidio Raz Segal, "Israel también intensificó su asedio de 16 años a Gaza, el más largo de la historia moderna, en flagrante violación del derecho internacional humanitario, hasta un 'asedio completo' ". Esta directiva destinada a la destrucción sistemática de los palestinos y de la sociedad palestina en Gaza proviene directamente del Ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, quien describió a sus objetivos en términos degradados, como “animales humanos”.

Nosotros, los abajo firmantes, rechazamos la violencia contra todos los civiles, independientemente de su identidad, y exigimos el fin de la causa fundamental de la violencia: la opresión y la ocupación. Nos solidarizamos con el pueblo palestino. Hacemos un llamado a las organizaciones artísticas para que muestren solidaridad con los trabajadores culturales y pedimos a nuestros gobiernos que exijan un alto el fuego inmediato y la apertura de los cruces de Gaza para permitir que la ayuda humanitaria ingrese sin obstáculos.

Creemos que las organizaciones e instituciones artísticas cuya misión es proteger la libertad de expresión, fomentar la educación, la comunidad y la creatividad, también defienden la libertad de vida y el derecho fundamental a existir. Les pedimos que rechacen la inhumanidad, que no tiene cabida en la vida ni en el arte, y que pidan públicamente a nuestros gobiernos que pidan un alto el fuego.


[Esta carta se cerró cuando alcanzó los 8.000 firmantes. Estamos abrumados por su apoyo. Encuentre el texto completo en Artforum.com con una lista de 4400 firmantes en el momento de la publicación el 19/10/2023.
Eventualmente estará disponible una lista completa de firmantes: estamos tratando con un gran volumen de datos. Gracias a todos los que suscribieron este llamamiento urgente y por hacer correr la voz entre amigos y colegas. Si desea continuar con su participación o no pudo firmar, considere hacer una donación a Medical Aid for Palestina y continuar esta importante conversación pública, tanto dentro como fuera de las instituciones culturales.]